martes, 1 de diciembre de 2015

·        ANÁLISIS DE DOCUMENTOS 

El impacto de Internet en la Educación
La aparición de Internet, por todos es sabido, que ha producido unos enormes cambios en los métodos de enseñanza y aprendizaje.
Internet ha conseguido dejar atrás la educación únicamente memorística, puesto que gracias a la cantidad de información existente en la red, no es más importante el retener grandes informaciones en la mente, sino que es primordial el saber elaborar la información consiguiendo mayores y mejores razonamientos, y por supuesto, de mayor calidad.
Ya no es necesario retener una cantidad enorme de información, solo es necesario comprender los conceptos sobre la dinámica de los procesos en los cuales una información está encuadrada, ello permite utilizar métodos pedagógicos con los cuales el alumno puede aprender más y mejor en un sólo año, lo que antes le costaba tres o más años.
Ahora los profesores pueden destinar su esfuerzo y el de los alumnos en desarrollar más las capacidades mentales que posibiliten a los estudiantes poder comprender adecuadamente la información y con ello poder elaborarla de forma significativa, pudiendo así producir una calidad superior de razonamiento.

Así mismo también por medio de la internet nos podemos dar cuenta sobre sucesos que pasan en todo el mundo de manera instantánea, así como también gracias a la internet, podemos disfrutar de programación de televisión, descargar música, ver videos musicales, educativos, también tener acceso a información que antes solamente podíamos consultar en los libros y que en internet podemos obtener de manera más completa, esto gracias también a la bibliotecas de manera virtual.
          En el ámbito educativo, también ha sido de gran beneficio ya que gracias a ello los alumnos ahora pueden ampliar sus conocimientos y con ello obtener mayor información sobre sus temas de manera clara y precisa.
          Internet es toda una revolución: no sólo en el plano tecnológico, sino también en relación a las implicaciones que tiene en los diferentes ámbitos que definen o estructuran una sociedad.
         Internet puede considerarse una sociedad orientada a las personas. Permite comunicarse y participar a millones de personas de todo el mundo. Nos comunicamos enviando y recibiendo correo electrónico, o estableciendo una conexión con el ordenador de otra persona y tecleando mensajes de forma interactiva. Es mucho más que una red de ordenadores o un servicio de información: es una ventana abierta a la comunicación y a la sociedad. Es el primer foro y biblioteca generales, siempre abiertos a todo y a todos. Por primera vez en la historia, un número ilimitado de personas puede comunicarse con facilidad y libertad.
Uno de los puntos relevantes es el uso de los medios de comunicación. Con el propósito de formar ciudadanos participativos y democráticos, es vital que aprendan a manejar los medios de comunicación a fin de evitar que los mismos lleguen a mediatizarlos manejándolos a su antojo.

La educación debe ser en los medios y con los medios. Es decir: identificar entre hechos y opiniones al igual que aprender utilizando los medios. Definitivamente los distintos medios (prensa escrita, radio, televisión, videojuegos, cine, Internet y otros) tienen diferentes impactos en la credibilidad del público. Por este motivo se hace importante que los estudiantes aprendan acerca de las interioridades de cada uno. Cómo funcionan, los elementos que los componen, cómo se busca y reproduce la información, los intereses y compromisos de sus dueños con gobiernos, partidos políticos o grupos de la sociedad. Esto los acercará a la evaluación crítica de la información con la finalidad de crear sus propios criterios y opiniones. También educar con los medios los acerca a esa evaluación crítica y los mantiene al tanto de los cambios y situaciones de su entorno social. Debemos incorporar a los medios de comunicación en el proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes para permitir así que a la vez vayan aplicando sus aprendizajes a las situaciones reales que ocurren a su alrededor. Recordemos siempre que nuestros estudiantes aprenden para la vida por lo que la aplicación de los contenidos a la realidad de los estudiantes mejorará las condiciones para un aprendizaje significativo.…



Borrador (2005) Consultar texto definitivo
El impacto de las nuevas tecnologías en educación
Francisco Aliaga y Antonio Bartolomé
Universidad de Valencia Universidad de Barcelona

1 Introducción
Concebimos las Tecnologías de la Información y la Comunicación en un sentido amplio y que, basándonos en la definición planteada por la OCDE en 1998 con otros fines, podríamos definir como aquellos medios y servicios que permiten recopilar, almacenar y transmitir información con medios electrónicos. Estas TIC han tenido distintos hitos históricos en su desarrollo e implantación social, destacando entre los últimos (aunque ni mucho menos los únicos, como veremos) los acontecidos durante la denominada “revolución digital”, especialmente los que hacen referencia a la difusión de los ordenadores personales y, más recientemente, de internet. En cualquier caso, ha de tenerse presente que la tecnología ha de concebirse más bien como un continuo que va desde los libros o las pizarras, pasando por la radio o el video, hasta los elementos informáticos o las aplicaciones de internet más avanzadas (UNESCO, 2003). Cada uno de estos elementos supone un avance “técnico” que abre nuevas posibilidades en cada contexto determinado. Sin embargo hemos de tener presente que, en general, al hablar de “Tecnologías de la Información y la Comunicación” (TIC) en la escuela nos solemos referir fundamentalmente a los medios digitales, ya que su capacidad de interacción y de acceso a enormes cantidades de información han supuesto un nuevo salto cualitativo.

1.1 Multiplicidad de factores
El título de la este trabajo podría llevar a pensar que nos situamos en una perspectiva determinista, en la que la tecnología es la que induce y provoca el cambio educativo, al estilo de las interpretaciones que denuncia Bustamante (1998) y toda la actual teoría crítica de la comunicación.. Nada más lejos de la realidad. Por el contrario, el título se sitúa en una línea completamente opuesta, como se ha manifestado en otros textos de estos autores: analizamos el impacto específico de las nuevas tecnologías en Educación puesto que se reconoce que existen otros factores que también influyen y, por supuesto, también tienen que ser analizados.
Veamos por ejemplo dos factores de cambio que están siendo y deben ser objeto de investigación urgentemente son:

• El concepto de autoridad y la estructura de la sociedad en relación a un modelo docente (e investigador) vertical en el que el profesor/educador es el que posee la autoridad y el conocimiento para dirigir los aprendizajes. Pensemos que en última instancia esto afecta a los actuales estudios del currículum que en algunos casos no han percibido este cambio. Este es un tema muy relevante pero en el que no es posible profundizar aquí.
• El concepto de cultura, modelos culturales, modelos sociales, en una sociedad multicultural, con todo lo que implica en la generación de modelos de conducta, en desarrollo ético, etc.
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2 Tecnologías y cambio educativo

2.1 La necesidad de un análisis multidimensional
Lo que en este momento deseamos analizar es cómo el cambio tecnológico está afectando al modo como nos comunicamos, al modo como accedemos y manipulamos la información, al modo, en definitiva, cómo “creamos” el conocimiento. Las tecnologías están afectando al modo como “conocemos” la realidad. En tanto en cuanto tratamos con aprendizajes en la esfera cognitiva no podemos dejar de analizar este aspecto.
El análisis que realizamos aquí es limitado en dos sentidos:
• Analizamos los aspectos cognitivos pero sabemos que existen otros aspectos no cognitivos (emocionales) y metacognitivos que también deben trabajarse. Por eso en ocasiones haremos también referencia a estos aspectos aunque siempre desde la perspectiva del cambio tecnológico.
• Analizamos el cambio tecnológico reconociendo que existen otros factores (alguno ya indicado) y reconociendo también que el diseño práctico de la acción educativa debe integrar todos estos factores.
Pero sería pretencioso que nosotros pretendiésemos realizar ese análisis global y complejo, multidisciplinar, con nuestros propios y limitados recursos. Esta es, pues, una primera conclusión que querríamos señalar: se hace necesario crear equipos multidisciplinares para avanzar en un análisis multidimensional de la realidad educativa. Frente a la actual generación de grupos de investigación ceñidos a áreas de conocimiento o incluso a temáticas dentro de áreas de conocimiento, hay que crear grupos mixtos, en los que el papel de coordinador no tenga connotaciones jerárquicas y en el que se integren investigadores potentes procedentes de diferentes campos de investigación educativa como la metodología didáctica, la educación emocional, la evaluación, la educación en valores, la pedagogía diferencial (multicultural y referida a otros factores diferenciadores), la comunicación, medios y tecnologías en educación, etc. Esto naturalmente sin menoscabo de la necesidad de un trabajo interuniversitario dentro de la misma área tanto a nivel nacional como internacional (Aliaga, 1999).

3 Cambios en relación al acceso a la información
En otros escenarios hemos analizado tres importantes cambios que afectan al modo como debemos educar, cambios relacionados con el cambio tecnológico y que nos informan sobre cómo debemos utilizar esas tecnologías a partir de la propia escala de valores (Bartolomé, 2000). Dando por conocidos y suficientemente confirmados por el paso del tiempo los aspectos que allí se trataban, vamos a profundizar en nuevos aspectos que han ido surgiendo, nuevos problemas y necesidades así como nuevos planteamientos.
3.1 Crece la información
El aspecto no por conocido más controlado, es el crecimiento de la información. Este crecimiento es el resultado de varios factores:
• La existencia de una tecnología que permite almacenar y, sobre todo, recuperar y gestionar grandes cantidades de información, lo que puede dar lugar a lo que
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se ha denominado “infoxicación”, intoxicación por un exceso no digerible de información.
• El desarrollo de unos sistemas de comunicación que han permitido a los investigadores alcanzar niveles de actualización y avance simultáneo inimaginables hace sólo 20 ó 30 años. Un investigador hoy no necesita viajar y visitar la biblioteca de una universidad extranjera o sumergirse en las librerías de una capital lejana para acceder al último título publicado. No necesita que su biblioteca reciba cientos de revistas para acceder a los últimos artículos en cualquier temática ni necesita ir a los Congresos para saber lo que se discute en ellos. Recordemos que existen otros factores que no estamos considerando aquí a favor del hilo del discurso, factores que siguen haciendo deseable esos desplazamientos y contactos personales.
Existen otros factores no ligados a la tecnología:
• La percepción de gobiernos y empresarios de que la investigación supone un factor de éxito en un mundo altamente competitivo.
• El nivel de riqueza económica en ciertos países que facilita la asignación de fondos a necesidades sociales más allá de la salud o la educación básica.
Ya en la primera ocasión que tratamos este tema se señalaban dos consecuencias en el campo educativo (Bartolomé, 1997):
• La necesidad de una permanente actualización
• La necesidad de diseñar y utilizar nuevos modos de organizar y acceder a la Información
La primera se traducía en ese momento en la importancia dada a la formación continuada (“Año europeo de la formación a lo largo de la vida”) pero hoy tiene otro significado: debemos aceptar que ningún sistema (Estado, empresa….) puede pagar los gastos de actualización que está generando el rápido crecimiento de la información. Por tanto, junto a sistemas de formación continua hay que plantearse para ciertas situaciones un nuevo modelo de profesional capaz de responder por sí mismo a esas necesidades de formación y actualización permanente. Y en este momento descubrimos la importancia que está adquiriendo el desarrollo en nuestros estudiantes de nuevas competencias en aspectos metacognitivos como la autorregulación.
El concepto de autorregulación del aprendizaje no es nuevo y fue trabajado al final de la década de los ochenta por Zimmerman y otros autores (Zimmerman y Martínez-Pons, 1988). La autorregulación recibe hoy un nuevo impulso como concepto clave en el diseño educativo, y para algunos este resurgir de los aspectos metacognitivos está relacionado con la posibilidad que ofrece la tecnología de potenciar los ambientes de aprendizaje (Steffens, 2004). La autorregulación no sólo es una competencia necesaria en una sociedad que requiere de nuevas estrategias de aprendizaje continuado. También puede convertirse en una estrategia educativa contra la seducción de los medios (Bembenutty y Karabenick, 2004). Curiosamente el concepto de autorregulación nos lleva al otro punto que señalábamos en 1997: una nueva forma de organizar la información. Este aspecto ha sido muy trabajado por Azevedo <http://www.azevedo-lab.umd.edu/ctl2/Images/research.htm>. Un trabajo que nos interesa especialmente es
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su investigación sobre cómo la habilidad en la autorregulación facilitaba el uso de materiales hipermedia por los estudiantes (Azevedo y Crownley, 2004).
Una segunda conclusión, así pues, es potenciar el desarrollo de competencias en el campo de la autorregulación de los aprendizajes.
Añadamos que este crecimiento de la información tiene otras importantes consecuencias en relación a nuestra actividad investigadora. Numerosos autores han resaltado la obsolescencia y poca adecuación de algunos de los fundamentos de esta actividad como las publicaciones científicas o los propios índices de escala que se utilizan para valorar su calidad (Aliaga, 2001).

3.2 Cambia el modo cómo se codifica la información

Tampoco vamos a detenernos en este aspecto suficientemente tratado en los dos trabajos citados (Bartolomé, 1997 y 2000). Pero conviene de nuevo insistir. Todavía muchos educadores perciben que el cambio consiste en algún tipo de insistencia nociva en que se lea en pantalla en vez de en papel. Este es un tema irrelevante. De hecho posiblemente volvamos a un soporte parecido al papel en su textura y presentación, como podría ser el papel electrónico (Bartolomé, 2004). No, el auténtico cambio no se refiere al soporte sino al modo como se codifica la información. Y existen hoy dos entornos de codificación muy diferentes:
• El mundo audiovisual
• Internet y el multimedia
Podemos percibir el primero como el que llega a la mayoría de la población, y el que más influye en la generación de conductas y valores. Por el contrario el segundo se relaciona más con el conocimiento, la gestión activa de la información, su acceso es más limitado y suele identificarse como generador de brechas digitales.
En este necesariamente limitado análisis vamos a centrarnos en el segundo aspecto. El nuevo modo de codificar la información permite su distribución sin restricciones así como también facilita el acceso a la misma. Durante siglos se ha recurrido a diferentes estrategias para el control de la difusión de la información, estrategias que incluían las listas (el Índice de libros prohibidos), el fuego (desde la Biblioteca de Alejandría a Hitler), la eliminación física de los escritores (caso Salman Rushdie)… Hoy con Internet la mayoría de estos sistemas han quedado inutilizados. Algunos tecnofóbicos como Dominique Volton han llegado a proponer ideas tan jugosas como “un control centralizado de información mundial a cargo de periodistas, que responda de la veracidad de toda esa información” (Amela, 2001). La cuestión, evidentemente, es volver a la vieja pregunta: ¿cuál es la verdad?.

La obsesión por limitar y controlar el acceso a Internet es hoy un tema omnipresente. De las restricciones directas en países como China, Corea o Irán a las leyes que limitan la libre circulación de materiales en países como Estados Unidos o Alemania (Bjorn, M. y Yue Chen, Y., 1996), pasando por las propuestas de Volton o los filtros parentales.
No se trata de negar que en Internet exista mucha pornografía “cognitiva” como decía Fernando Etchegaray, un profesor de la PUCC. Se trata de reconocer que esa información, plagada de errores y carente de fundamentación está conviviendo con otra información rigurosamente trabajada y que nos permite avanzar en nuestro
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conocimiento del mundo. Y con esto llegamos a una tercera conclusión: debemos desarrollar en nuestro estudiantes habilidades y criterios para buscar, valorar, seleccionar, interpretar e integrar la ingente cantidad de información contenida en Internet. Recurrir a filtros o acciones coercitivas no es sino un mal remedio temporal.
Tras comentar la facilitación al acceso de la información, y siempre dando por sentado los aspectos comentados en otras ocasiones, vamos a fijarnos en los problemas que están generando entre quienes efectivamente están haciendo uso de ese gran espacio hipertextual (hipermedial) informativo que es Internet.

Tras una primera etapa en la que los usuarios se asombran por la facilidad con la que se encuentra cualquier información, sigue una etapa de estrés en la que el usuario maneja cada vez más y más información pero simultáneamente adquiere la conciencia de que sólo ha accedido a una pequeña parte. En este texto, que se prepara en el marco de un congreso tradicional, es posible presentar un tema y añadir una o un par de citas que lo justifiquen. Pero en realidad cualquier idea podría ser analizada y matizada hasta el infinito recurriendo a referencias hasta el punto que hoy el problema de escribir un texto documentado no es tanto qué poner sino qué no incluir.
Las competencias a las que hemos hecho referencia antes son, pues, necesarias para navegar por este mar de información sin caer agobiados por el exceso de información, “infoxicados”. Sin embargo existe una etapa más, cuando el usuario ha adquirido un cierto dominio sobre el medio: la cantidad de información obliga a una lectura rápida, lectura que puede caer en un acceso superficial a la información. Esto se traslada a todos los ámbitos de la comunicación: mensajes de correo de los que sólo se leen los primeros párrafos, documentos que se comienzan a leer pero no se terminan del todo sino que, cuando se considera que se posee una idea clara de lo que el autor quería transmitir, se dejan. Los autores contribuyen con textos lineales, excesivamente largos, insuficientemente estructurados. La necesidad de textos directos, altamente estructurados, hipervinculados, está siendo analizada por diversos autores. Pero la organización de la información hoy excede estos planteamientos: el diseño de un hipertexto responde a complejas reglas matemáticas que permiten al usuario navegar por la información con ayuda de la máquina. Creo que la forma más sencilla para entender a lo que nos referimos es visitar la versión web del texto de Gloor y Ot. (1996).

Se trata, pues, de una cuarta conclusión: la necesidad de desarrollar competencias (comenzando por nosotros mismos) para un nuevo modo de elaborar los documentos, más allá del texto lineal, más allá del texto estructurado, mediante sistemas complejos de construcción de ideas y conocimiento, con ayuda de máquinas. Seguramente el dominio de estas tecnologías (todavía inaccesibles para la mayoría de académicos) genere nuevos problemas pero eso será objeto de estudio dentro de 10 años.
3.3 Cambia el modo como se accede a la información
En 1997 señalaba que el acceso a la información se caracterizaba por la participación y por el carácter divertido. Este segundo aspecto causa generalmente reticencias entre los académicos, quizás porque el término es el más adecuado. Joan Ferrés ha trabajado a fondo este tema bajo la expresión “cultura del espectáculo”: "Por primera vez en la historia de la humanidad puede afirmarse que vivimos en una cultura del espectáculo. No sólo porque las tecnologías de la comunicación audiovisual ponen a disposición de los ciudadanos toda clase de espectáculos a todas las horas del día. También porque acaban por convertir en espectáculo todas las realidades a las que se aproximan, desde
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la política, con sus shows electorales, hasta la religión, con sus iglesias electrónicas..." (Ferrés y Bartolomé, 1997). Aquí “espectáculo” incluye tanto las ideas de diversión como de participación.
En realidad ésta no es una idea nueva en Educación. Es conocida la vieja máxima “enseñar deleitando” seguida por nuestra mejor literatura y de orígenes latinos. Y respecto a la participación, toda la tradición del siglo XX de la escuela nueva de Freinet y otros muchos autores, hoy quizás tapada por el peso de una influencia psicologista de origen anglosajón. En última instancia nos podríamos remitir a la mayéutica de Sócrates, método en el que el aprendizaje se produce a través de la participación del sujeto en un diálogo conducido por el maestro.
Con toda esta tradición lo que resulta realmente sorprendente es que todavía se haga uso del llamado “método magistral” como soporte del aprendizaje. La explicación la encontramos si analizamos precisamente el modo como se producía la comunicación. El carácter vertical, de arriba abajo, de la comunicación ha sido la base de la generación del conocimiento humano durante siglos: desde una interpretación literalmente física del concepto como la que se aplicaba en el púlpito, a la comúnmente aceptada en el concepto implícito de “autoridad” que subyace a la actual estructura formal de los artículos científicos. En medio tenemos la prensa o la televisión. La escuela no hacía sino reproducir el modelo comunicativo dominante, y esto a pesar de conocer otros medios.

Lo que caracterizaba la comunicación hasta ahora era la existencia de unos pocos centros emisores dirigidos a muchos receptores. Lo que ahora sucede es que todos se vuelven emisores. Podemos decir que hay más gente interesada en decir algo en Internet que gente interesada en leerlo. Lo curioso del caso es que cada vez más usuarios de Internet se decantan por estas fuentes de información alternativas y horizontales de las que los weblogs se han convertido en el paradigma. La multiplicidad de fuentes “oficiales” hace que la mayoría de la población siga accediendo a la información a través de la prensa y la televisión o la radio tradicionales. Sin embargo no son conscientes que una parte importante de las noticias que reciben de esos medios no han seguido los cauces “tradicionales” sino que precisamente vienen vía páginas webs o blogs particulares.

Esto no es una visión optimista sobre la bondad de los nuevos canales de información. Lo que deseamos resaltar es que nuestros estudiantes ya no están acostumbrados a ir cada semana a la Iglesia a escuchar en silencio al predicador, o escuchar en la mesa los consejos del padre o la madre. Nuestros estudiantes, cuando necesitan información, la preguntan en un foro de Internet y nos asombraríamos si llegásemos a vislumbrar toda la información (errónea o no) que los jóvenes de hoy adquieren a través de estos foros. Estos jóvenes no están dispuestos a venir a la escuela a sentarse a escuchar. ¿Podemos suponer que éste es un factor más que influye en la actual problemática generada en la Educación Secundaria? Quizás debamos compartir el pensamiento de Marc Prensky cuando dice: “Me divierte ver como en todo la excitación y debate de estos días sobre el declive de la educación en los Estados Unidos ignoremos la causa más importante: Nuestros estudiantes han cambiado radicalmente. Los estudiantes de hoy ya no son el tipo de gente para el que nuestro sistema educativo fue diseñado” (Prensky, 2001).
En una revisión de lo que se decía sobre el tema, hemos encontrado una interesante experiencia al aplicar el método KBUD (conocimiento bajo demanda del usuario) en la Universidad de Halmstad, Suecia. Lo interesante de esta experiencia es que en la
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fundamentación teórica del modelo recoge las ideas de la necesidad de aprendizaje a lo largo de la vida (“el modelo diseña sus ideas desde la noción de que aprender es un proceso a lo largo de toda la vida”), aprendizaje autorregulado (mediante una “continua autorreflexión”), aprender de un modo divertido (“Edutainment”) y participación (“un nuevo enfoque que acentúe en los estudiantes la conciencia de su papel en el proceso de aprendizaje”). Y como telón de fondo, la conciencia del rápido cambio social. (Svane y Ot. 2001).
Y con esto llegamos a un quinta conclusión: el impacto de las nuevas tecnologías en educación no hacen referencia a aspectos superficiales sino que inciden sobre aspectos fundamentales de nuestro diseño educativo y nos deben llevar a explorar nuevos métodos docentes en los que, sobre la base de siglos de conocimiento educativo, respondamos a los cambios que la tecnología está provocando en nosotros y en nuestros estudiantes.
4 Promesas y realidades de las TIC
Durante la última década del siglo XX y la primera del XXI se han manifestado unas expectativas muy positivas sobre las posibilidades de las TIC en Educación. Afirmaciones que podríamos denominar como de “optimismo ingenuo” aparecen en diversos informes internacionales sobre el desarrollo e impacto que habrán de significar la implantación de diversas tecnologías, especialmente los ordenadores, sobre la educación:
• Los ordenadores son “el nuevo fundamento”(the new basic) de la educación americana e Internet es como “la pizarra del futuro” (U.S. Department of Education, 1996, p. 3).
• El uso de la tecnología debe mantenerse como una prioridad nacional. Debe estar en el núcleo de la experiencia educativa. (U.S. Department of Education, 2000, p. 7).
• El aprendizaje electrónico tiene el potencial para ayudar a la Unión [Europea] a dar respuesta a los retos de la sociedad del conocimiento, mejorar la calidad de aprendizaje, satisfacer necesidades especiales y permitir un aprendizaje y una formación más eficaces” (UE, 2003).

• [La UNESCO] pretende llamar la atención de una amplia audiencia sobre el potencial de las TIC para difundir y mejorar la enseñanza y el aprendizaje en una amplia variedad de contextos (UNESCO, 2003, p. 12).
• En los pasados veinte años, la tecnología educativa ha sido el principal foco de la reforma y de la política tanto a nivel federal como estatal y local”(NCES, 2000, p. 1).
• Las TICs se encuentran en el corazón de todas las políticas nacionales. La totalidad de los países europeos incluyen en sus textos oficiales su desarrollo e integración (CIDE, 2002).
• Podemos divisar un futuro en el que Internet y otras tecnologías de la información tengan el potencial de promover unas mejoras incluso más impresionantes en educación (U.S. Department of Education, 2000, p. 11).
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Como podemos suponer, este énfasis en la tecnología se ha traducido enormes inversiones en la mayoría de los países. Los políticos, atentos a las demandas sociales (o según otros puntos de vista, apuntándose a las corrientes que tienen buena prensa) hacen proyectos y propuestas, acompañadas en general de un gran acompañamiento mediático. Hay una especie de subasta para ver quien realiza una propuesta más vanguardista para llevar esos elementos tecnológicos, fundamentalmente los ordenadores, a las aulas. Son muchos los casos que podríamos analizar en los que se produce este fenómeno (eLearning en la Unión Europea, National Educational Technology Plan de EEUU, eJapan Priority Programme, etc.), pero vamos a centrarnos en uno que, por su naturaleza, está llamado a tener una gran influencia durante los próximos años en sobre el sistema educativo de nuestro país: en las últimas elecciones generales realizadas en nuestro país, hace poco más de un año, la propuesta en este sentido planteada en su programa electoral por el partido que resultó vencedor decía:
"Dotar a todos los centros de Primaria y Secundaria de los ordenadores necesarios para la informatización progresiva de todas las aulas. Un ordenador por cada dos alumnos, con conexión gratuita a Internet, a partir de primero de ESO" (PSOE, 2004).

Esta propuesta en concreto fue presentada como un objetivo para adaptarse a "las exigencias formativas generadas por la sociedad de la información y la comunicación". Se trata de una propuesta que, lejos de provocar polémica alguna, fue acogida con cierto asentimiento, una cierta aceptación de lo que es el signo de los tiempos, y que lo único que habría que plantearse es el ritmo de implantación de los ordenadores, más que el proceso en sí.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Impacto de internet en la educación



La aparición de Internet impacta en esta situación. Ocasionará profundos cambios en los métodos de enseñanza – aprendizaje y en los objetivos educativos. Le produce un gran golpe a la educación memorística.
El principal valor agregado, la principal diferencia, entre unos alumnos y otros, entre unos profesionales y otros, ya no estará dada por quien tiene más información sino por quienes tendrán la capacidad de interpretar mejor la información y elaborarla más creativamente, produciendo un razonamiento de mejor calidad.
Internet posibilita, por primera vez en la historia de la educación, que la mente quede liberada de tener que retener una cantidad enorme de información; sólo es necesario comprender los conceptos sobre la dinámica de los procesos en los cuales una información esta encuadrada, ello permite utilizar métodos pedagógicos con los cuales el alumno puede aprender más y mejor en un año lo que le requería tres.
Ahora los docentes pueden destinar su esfuerzo y el de los alumnos en desarrollar más las capacidades mentales que les posibiliten a los estudiantes poder “comprender adecuadamente” la información y “elaborarla creativamente”, pudiendo así producir una calidad superior de razonamiento.
Evaluaciones sobre la calidad educativa de los alumnos que egresan de la escuela media han demostrado que la mayoría no comprenden bien lo que leen y tienen serias deficiencias en poder razonar eficientemente.
Es importante resaltar que si a los alumnos que terminan la escuela media, en instituciones educativas en las cuales predomina la educación memorística, se les interroga sobre la información que con tanto esfuerzo memorizaron en los anteriores 12 años de “estudio”, se comprobará que en la mayoría de los casos se les olvidó en un porcentaje superior al 90 %, esto permite afirmar que la educación memorística también fracasa en lograr su objetivo, además de perjudicar el desarrollo del pensamiento creativo en los alumnos.
Las personas que no estén capacitadas para elaborar con eficiencia, creativamente, la cuantiosa y variada información que pueden obtener en Internet, no podrán utilizar en forma óptima este extraordinario instrumento, verán empobrecido el proceso de convertir la información en conocimiento. En su desempeño laboral el nivel de ignorancia que ello produce permite hablar de un tipo de analfabeto que será cada vez más rechazado en los ámbitos laborales.
Respecto de la enseñanza formal, Internet puede ser útil de tres maneras:
a – Como apoyo a la enseñanza tradicional.
b – Como complemento a ella.
c – Como sustituto de esa enseñanza escolarizada o presencial.
La primera vertiente es la más utilizada. A Internet, especialmente en los países de mayor desarrollo económico y por lo tanto con más recursos informáticos, se le emplea fundamentalmente como una nueva biblioteca. Los alumnos, en el salón de clases, en sus casas o en las bibliotecas tradicionales, obtienen en línea, información que antes buscaban en los libros de papel y tinta. Museos virtuales, libros digitalizados y especialmente información periodística, son fuentes de investigación para los estudiantes.
En ese tipo de indagaciones, suele haber una limitación: la información que se solicita en un motor de búsqueda es tan específica, o especializada, que los alumnos no pasan por la experiencia que significa hojear un libro de papel y tinta, página por página.
Internet como complemento de la enseñanza que se obtiene en la escuela, permite una actualización constante de conocimientos en las más variadas especialidades. Un arquitecto, un médico o un agrónomo, podrán hallar en la red sitios en los que no sólo aparecen las novedades científicas y técnicas de cada disciplina, sino en los que además es posible intercambiar experiencias con otros profesionales en diversos sitios del mundo. Internet, abierta a todas las vertientes del conocimiento, propicia el intercambio interdisciplinario. Pero además, facilita la especialización del conocimiento.
La tercera vertiente es la más seductora, a la vez que la más discutida.
Hay quienes consideran que ya, o pronto, es o será posible que la educación a distancia, a través de la Internet, sustituya a la educación presencial (es decir, impartida por el profesor delante de sus estudiantes). Las nuevas tecnologías, se dice, incluso permiten la propagación a mayor número de alumnos de una cátedra que en otras circunstancias seria recibida por unas cuantas decenas.
Indudablemente, estas tecnologías permiten difundir de manera más extensa conocimientos que antes quedaban encerrados tras los muros de las escuelas, o las universidades. El problema central radica en las posibilidades reales no sólo de Internet, sino de la educación a distancia.
Esa educación a distancia, ¿les sirve a todos los estudiantes, o sólo es útil en el caso de los adultos? Los pedagogos y especialistas en temas educativos, suelen tener opiniones muy variadas a ese respecto. Hay quienes consideran que la educación a distancia sólo funciona con estudiantes con tal madurez, que no requieran de la disciplina que impone la presencia personal del docente. Otros, al contrario, sostienen que lo fundamental en el proceso de enseñanza-aprendizaje es el conocimiento que se va a transmitir, no los mecanismos para ello.
Esa es una experiencia discutida y discutible. Hay que subrayar la importancia que tiene la presencia del profesor, aunque sea como vínculo entre el alumno y la transmisión de conocimientos a distancia.
¿Es posible sustituir al profesor? Al parecer, no en la enseñanza básica y media y no para alumnos que no hayan pasado la adolescencia. Las nuevas tecnologías de comunicación y especialmente Internet, pueden servir como apoyo al aprendizaje en todos los niveles pero hasta ahora no parece que puedan relevar al maestro.
En otros escalones del sistema educativo, especialmente en la enseñanza universitaria, Internet puede servir para la propagación de conocimientos muy específicos. Sin embargo, hay disciplinas en las que parece indispensable el aprendizaje “in situ”, o con equipo técnico cuyo manejo no se puede aprender a distancia. Es inimaginable la enseñanza de la odontología a distancia, porque es imposible aprender a sacar una muela si no es con un paciente y con el instrumental real.
BIBLIOGRAFÍA

http://blogsdelagente.com/sociologia-educativa/2010/06/13/impacto-de-internet-en-la-educacion/

Internet y educación


por Neil Selwyn

La naturaleza participativa y comunitaria de muchas de las aplicaciones y actividades sociales de internet está en consonancia con las características fundamentales del aprendizaje humano, en concreto, crear, compartir, colaborar y analizar.
    Como en otros aspectos de la actividad digital, la educación ahora se plantea como algo susceptible de ser reprogramado, modificado y hackeado para satisfacer mejor las necesidades de cada individuo.
Introducción
En muchos sentidos, resulta difícil abordar cualquier aspecto de la sociedad contemporánea sin tomar en consideración internet. Las vidas de muchas personas están tan completamente saturadas de tecnología digital que la distinción, en su día evidente, entre online y offline ya no hace justicia a una situación en la que internet está por definición siempre on. De hecho, a menudo observamos que las jóvenes generaciones son incapaces de hablar de internet como una entidad diferenciada. La actividad online forma parte de sus vidas desde que nacen y por eso la consideran un requisito básico de la vida moderna, casi tanto como el oxígeno, el agua o la electricidad. Tal y como lo expresó Donald Tapscott (2009: 20), «para ellos, la tecnología es como el aire». Así pues, hablar de internet y educación en estos días casi siempre significa sencillamente hablar de educación contemporánea. Internet ya es un elemento integral de la educación en las naciones (super)desarrolladas y podemos asegurar con toda certeza que su importancia en dicho ámbito seguirá creciendo en todo el mundo a lo largo de esta década.

Dicho esto, el impacto de internet sobre la educación no es directo. Para empezar es importante recordar que más de la mitad de la población mundial no tiene ninguna clase de experiencia directa en el uso de internet. Y, aunque es posible que esto cambie con la expansión global de la telefonía móvil, el problema de la desigualdad de acceso a las formas más potentes y versátiles de usar internet sigue siendo motivo de preocupación. Además, como sugiere el hecho de que sigan prevaleciendo los modelos formativos tradicionales basados en la instrucción en el aula y los exámenes con lápiz y papel, los cambios educativos experimentados en la era de internet son complejos y a menudo están poco afianzados. Al abordar el tema de internet y educación hemos de proceder con cautela. Por tanto este artículo analizará las siguientes cuestiones:

    ¿Qué implicaciones puede tener internet de cara a la educación y el aprendizaje?
    ¿Cuáles son las principales modalidades de educación por internet surgidas en los últimos 20 años?
     ¿Qué relación se observa entre el potencial educativo de internet y su uso real?
    Y lo más importante: ¿cómo debemos interpretar las posibles ventajas y desventajas de lo que se anuncia?

Inernet como herramienta educativa

Para muchos analistas, internet siempre ha sido una herramienta intrínsecamente educativa. De hecho, muchos afirmarían que las características principales de internet coinciden en gran medida con los intereses centrales de la educación. Por ejemplo, tanto internet como la educación tienen por objeto el intercambio de información, la comunicación y la creación de conocimiento.
La naturaleza participativa y comunitaria de muchas de las aplicaciones y actividades sociales de internet está en consonancia con las características fundamentales del aprendizaje humano, en concreto, crear, compartir, colaborar y analizar.
Así pues, vista la capacidad de internet para hacer posible que estas actividades se lleven a cabo a una escala enorme y de modo casi instantáneo, a menudo —y esto es comprensible—, las repercusiones educativas de internet suelen describirse con grandilocuencia. Veamos, por ejemplo, la reciente afirmación de Jeb Bush:
Internet no es solo una poderosa herramienta para la comunicación. Podría decirse que es la fuerza de aprendizaje e innovación más potente desde la invención de la imprenta. Y el elemento central de lo que probablemente represente la lucha más encarnizada y a la vez la mayor oportunidad para Estados Unidos, que es definir la educación para una era de transformación.
(Bush y Dawson, 2013)
Exageraciones aparte, las repercusiones de internet en la educación y el aprendizaje pueden considerarse al menos desde cuatro ángulos diferentes. Primero tenemos el potencial que brinda a los individuos para aprender con más libertad, sin las ataduras y restricciones del mundo real. Lo que se quiere decir con ello generalmente es que internet reduce las limitaciones locales, espaciales, temporales y geográficas para que los individuos puedan tener acceso a oportunidades de aprendizaje y a medios educativos de alta calidad, con independencia de sus circunstancias particulares. Así pues, internet sería ese medio que permite proporcionar educación en «cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier ritmo». Hay analistas que han ampliado estas libertades para incluir la superación de impedimentos sociales y materiales, concibiendo así internet como un medio esencialmente democrático. La capacidad de dar soporte a interacciones y experiencias educativas «más libres» y «más justas» se considera un reflejo de las cualidades inherentes de internet en tanto «zona radicalmente democrática de conectividad infinita» (Murphy 2012: 122).
Segundo, internet es visto como el soporte de una «nueva cultura del aprendizaje» que se basará en los principios «ascendentes» de exploración colectiva, juego e innovación, y no en la instrucción individualizada «descendente». (Thomas y Seely-Brown, 2011). Internet hace posible un aprendizaje de muchos a muchos, en lugar de uno a muchos, lo que fomentaría modalidades de aprendizaje y desarrollo cognitivo socioconstructivistas de naturaleza profundamente social y cultural. Algunos pedagogos opinan que el estudiante se beneficia de los entornos socialmente ricos que hace posible internet (Luckin, 2010). Por ejemplo, se suele afirmar que internet ofrece a los individuos fácil acceso a fuentes de conocimiento teórico y práctico fuera de su entorno inmediato. En este sentido, existe en la actualidad un interés considerable por la capacidad de internet para dar soporte a potentes formas de aprendizaje situado y comunidades de práctica digitalmente dispersas. Así, internet se considera una poderosa herramienta que permite el aprendizaje a través de actividades auténticas y de la interacción entre personas y entornos sociales más amplios.
Tercero, existe la sensación de que la capacidad de internet para fomentar una conectividad a gran escala entre personas e información ha alterado radicalmente la relación de los individuos con el conocimiento. En ocasiones se argumenta que internet favorece formas de creación y consumo de conocimientos que se alejan mucho de las premisas epistemológicas de la enseñanza formal y la instrucción de masas. Las relaciones en red que mantienen los usuarios de internet con la información online han provocado una reevaluación de la naturaleza del proceso de aprendizaje en su conjunto. Ya hay especialistas que empiezan a difundir conceptos como «inteligencia fluida» y «conectivismo», en la convicción de que el aprendizaje por internet está supeditado a la capacidad de acceder y utilizar información distribuida a medida que se necesita. Desde esta perspectiva, el aprendizaje se entiende como la capacidad de conectarse a nodos y fuentes de información especializada cuando y como se necesite. Por tanto, se poseen conocimientos o no en virtud de la capacidad de alimentar y mantener estas conexiones (Chatti y Quix, 2010). Como dice George Siemens (2004), el aprendizaje, por tanto, se puede interpretar como la «capacidad de saber más» a través de internet y no como la previa acumulación de conocimiento del individuo en relación con «lo que se sabe en la actualidad».
Cuarto, se considera que internet ha personalizado de forma radical el modo en que la gente aprende, de ahí que la educación se convierta en un proceso bastante más individualizado que antes. Internet se asocia con una autonomía y un control social mayores al ofrecer a los individuos más posibilidades de elección en cuanto a la forma y la naturaleza de lo que aprenden, además de dónde, cuándo y cómo lo hacen. Así, la educación se convierte en un aspecto de la vida que el individuo puede controlar por completo, ya que internet facilita un «intercambio digital» que permite simultanear la actividad educativa con otras ocupaciones y deberes cotidianos (Subrahmanyam y Šmahel, 2011). De hecho, a los usuarios de internet suele atribuírseles una gran capacidad para organizarse y ocuparse personalmente de su propia formación sin necesidad de amoldarse a las normas y expectativas de un sistema educativo.
Las repercusiones de internet en la educación
Todos estos cambios de rumbo y reordenaciones sin duda ponen en cuestión las formas de educación tradicionales, que se fueron imponiendo a lo largo de los siglos XIX y XX, en concreto los modelos institucionalizados y formales de escolarización y universidad. Para muchos expertos, por tanto, internet desafía el monopolio de los sistemas de educación públicos y el entramado de intereses de los profesionales que trabajan en él. Así, tal y como hemos visto ya, parecería que internet desafía las fronteras que establece la educación oficial entre expertos y neófitos, los procesos de producción y consumo de conocimiento, y también las convenciones temporales y espaciales para el aprendizaje. En cuanto al ejercicio de la enseñanza en sí, en internet va asociado a una serie de prácticas de aprendizaje radicalmente diferentes y de relaciones sociales distintas.

En efecto, internet ha suscitado un debate y una preocupación continuados en el seno de la comunidad educativa. Por un lado, un conjunto de pedagogos se ha impuesto a la tarea de repensar y reconfigurar las nociones de escuela y universidad de manera que den respuesta a las exigencias la era de internet. Durante la década pasada se han formulado varias propuestas de desarrollo de instituciones educativas que estén en mayor sintonía con las características que definen a unos alumnos internautas y un aprendizaje online. Como afirman Collins y Halverson (2009: 129), la tarea de reinventar escuelas y universidades para la era de internet no solo exige «reconsiderar lo que es importante aprender», sino también «repensar el aprendizaje mismo». Así, hemos presenciado el desarrollo de modalidades de enseñanza construidas en torno a la creación colectiva (en lugar del consumo individual) de conocimientos con el objeto de dotar al aprendizaje de sentido lúdico, expresión, reflexión y afán explorador. En los últimos 10 años se ha producido una eclosión de ideas de educadores entusiastas que proponen desarrollar nuevos enfoques pedagógicos y currículos basados en la interacción social, la exploración, los juegos y la creatividad/práctica. Todas estas propuestas de escuela 2.0reflejan lo que Whitby (2013: 9-11) describe como «nuevos modelos» de enseñanza «abiertos al aprendizaje y al dominio de las tecnologías».
Sin embargo, frente a estas propuestas de reforma escolar ha surgido un movimiento que vincula internet con formas más radicales de desinstitucionalización de la enseñanza. Estos argumentos desescolarizadores han alcanzado popularidad entre grupos ajenos a la enseñanza oficial tradicional y consideran que internet acabará haciendo redundantes las propias instituciones educativas. Algunos de sus conceptos clave son «autodeterminación», «autoorganización», «autorregulación» y (en una vuelta de tuerca del «hazlo tú mismo») la idea de «hagámoslo nosotros mismos». Todas estas ideas vinculan internet con un rechazo general a la educación institucionalizada, sobre todo a lo que desde hace tiempo se describe como obsoleto modelo bancario de acumulación de contenidos de conocimiento. En su lugar, la educación basada en internet se concibe en el marco de la discusión libre, el debate abierto, el cuestionamiento radical, la experimentación continua y el saber compartido.
Como en otros aspectos de la actividad digital, la educación ahora se plantea como algo susceptible de ser reprogramado, modificado y hackeado para satisfacer mejor las necesidades de cada individuo.
Así lo razona Dale Stephens (2013: 9):
Los sistemas y las instituciones que vemos a nuestro alrededor, en las escuelas, las universidades y el trabajo, están siendo sistemáticamente desmantelados. Si alguien desea aprender las habilidades necesarias para navegar por el mundo, con todo su ajetreo, su conectividad y su creatividad, tendrá que hackearse su propia educación.
Son todas ellas propuestas muy discutibles, aunque también muy tentadoras. Se trata de argumentos que, estemos o no de acuerdo con ellos, recalcan el reto fundamental que supone internet para el que, durante los últimos 100 años aproximadamente, ha sido el modelo educativo dominante. Por tanto, es comprensible que se hable de internet en términos de la inevitabilidad del cambio educativo, su transformación y la «disrupción» generalizada de los modelos de enseñanza del siglo XX. Tal y como escribió Jeff Jarvis (2009: 210), conocido experto en tecnologías, en un elogiado trabajo sobre la importancia de internet en la sociedad: «La educación es una de las instituciones que más necesita una disrupción, algo que traerá consigo excelentes oportunidades». Atrevidas declaraciones como esta se escuchan actualmente con una frecuencia y convicción tales que ya casi nadie duda de que la disrupción digital de la educación está próxima. Por eso muchas personas ya no se preguntan si internet va a reinventar la educación por completo, sino cuándo lo hará.
Principales modalidades educativas basadas en el uso de internet

Dado lo insistente de estas predicciones acerca de lo que va a suceder, tal vez sea buena idea mirar atrás y hacer un repaso de lo que ya ha sucedido en realidad con internet y la educación. Como se indicaba al principio de este artículo, a la vista de estas ambiciosas reivindicaciones de transformación y disrupción, es importante preguntarse cómo se está sacando provecho real del potencial educativo de internet. En este sentido hay que reconocer que internet se lleva usando hace tiempo para fines educativos, y que durante los últimos 20 años han surgido una serie de modelos destacados de educación basada en internet. Quizás el más difundido esté constituido por las diversas formas de lo que se ha dado en llamar e-learning, y que abarca desde cursos online hasta aulas e incluso escuelas virtuales. Muchos de los primeros ejemplos de e-learning consistían básicamente en suministrar contenidos de manera unidireccional y, por lo tanto, eran una réplica de las formas epistolares tradicionales de la educación a distancia. Estos programas (que aún existen) suelen depender de sistemas de gestión de contenidos online, aunque con el apoyo de algún tipo de interacción en forma de correos electrónicos, tablones de anuncios virtuales y otros sistemas de comunicaciones. Junto a estas formas de transmisión de contenidos se da un desarrollo constante de las llamadas «aulas virtuales», por lo común representaciones espaciales de aulas o salas de conferencias que pueden ser habitadas por alumnos y profesores. A menudo estos espacios virtuales han sido diseñados para alojar formas sincrónicas de instrucción y respuesta en vivo, en las que el estudiante puede escuchar clases, ver vídeos y presentaciones visuales y también interactuar con otros alumnos mediante texto y voz. Existen otras modalidades asincrónicas de aula virtual en forma de espacios digitales que permiten acceder a recursos tales como grabaciones de audio y transcripciones de textos de clases, lecturas complementarias y foros de discusión. Estas formas de e-learning se vienen desarrollando desde la década de 1990 y actualmente ya hay ciberescuelas y universidades online que constituyen elementos consolidados dentro de los sistemas educativos en todo el mundo.

Mientras que estos modelos de e-learning suelen reproducir la estructura y los procedimientos básicos de las escuelas y universidades físicas, en los últimos 20 años ha surgido toda una variedad de otros modelos de educación por internet. Una de las formas más conocidas de educación online es la creación abierta y colectiva de información y conocimientos. El mejor ejemplo de esto es la enciclopedia online Wikipedia. A pesar del continuo debate sobre su fiabilidad y alcance, Wikipedia tiene una importancia considerable en la educación. Aparte de dar acceso a una enorme cantidad de información, la posibilidad de que el usuario aporte contenidos y perfeccione los existentes convierte las herramientas Wiki, como Wikipedia, en importantes recursos educativos. Actualmente se está imponiendo entre muchos educadores la idea de que aplicaciones populares controladas por el usuario, como Wikipedia, permiten a los individuos participar en actividades de aprendizaje sin precedentes que son constructivas personalmente y significativas desde el punto de vista público. Como explica John Willinsky (2009: xiii):
Hoy en día un estudiante que hace una mínima corrección a un capítulo de Wikipedia está contribuyendo más y en cuestión de minutos al avance del conocimiento público de lo que yo hubiera podido hacerlo en el curso de toda mi carrera universitaria.
Estas características de las herramientas Wiki se corresponden con el movimiento más amplio de recursos educativos abiertos, que busca hacer accesibles online y de manera gratuita materiales educativos desarrollados por profesionales. Así, por ejemplo, se estima que casi el 80% de los cursos que se imparten en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) están disponibles en este soporte gratuito. Iniciativas similares se pueden encontrar en instituciones que van desde universidades de prestigio internacional, como Yale y Oxford, hasta centros de enseñanza superior locales. En todos estos casos, el material didáctico, como notas de seminarios, podcasts y vídeos de las clases se comparte online con estudiantes de todo el mundo, la mayoría de los cuales no podría asistir a clases presenciales. En esencia (como con la Wikipedia), en los recursos educativos abiertos el énfasis no se pone solo en el acceso a los materiales, sino en animar a los usuarios a que alteren y modifiquen dichos recursos cuando lo consideren necesario. Por ejemplo, el ambicioso proyecto OpenLearn de la Open University del Reino Unido proporciona acceso gratuito online a la totalidad del material didáctico de la institución e invita a los usuarios particulares a adaptarlo si así lo desean.
La libre difusión de contenidos educativos creados por individuos y también por instituciones es otra manera de compartir conocimientos online. Así, por ejemplo, el servicio YouTube.Edu ofrece acceso a millones de vídeos educativos producidos por educadores y estudiantes particulares. De modo similar, la colección de medios educativos de Apple Computers, la llamada iTunes-U, está diseñada para que los estudiantes no necesiten asistir a clases como en la educación tradicional y, en cambio, accedan a un aprendizaje móvil, libre y bajo demanda (ver Çelik et al., 2012). iTunes-U, que se describe a sí misma como «posiblemente la mayor colección mundial de medios educativos libres disponible para estudiantes, profesores y alumnos de formación continua», ofrece libre acceso a cientos de miles depodcasts con contenidos educativos en soporte audio y vídeo. Más recientemente, ha sido muy elogiado el acceso online de la Khan Academy a miles de vídeos educativos a medida, test y evaluaciones interactivas que abarcan una gran variedad de temas y áreas de conocimiento. El objetivo de la Khan Academy es proporcionar las herramientas a individuos para que aprendan a su propio ritmo y para que puedan repasar los contenidos cuantas veces quieran. Este modelo, denominado «aula invertida», está pensado para que los individuos puedan familiarizarse con los elementos de la instrucción antes de asistir a una clase formal. De este modo, las clases presenciales se podrán dedicar a la aplicación práctica de los conocimientos mediante resolución de problemas, trabajos de investigación y aprendizaje basado en proyectos y experimentación (ver Khan, 2012).

Otro ejemplo notable de educación abierta basada en internet ha sido el desarrollo, durante los últimos cinco años más o menos, de los Mooc (Massive open online course, esto es, cursos masivos online abiertos). Ahora mismo, especialmente gracias al éxito de iniciativas a gran escala como Coursera y Ed-X, los MOOC consisten en impartir cursos online gratuitos y con contacto directo a un gran público. La idea central del modelo MOOC es estimular a los individuos a que aprendan usando herramientas online de su propia elección, un sistema que se ha denominado «redes de aprendizaje personal». Los resultados colectivos de dicha elección pueden ser luego recopilados por los coordinadores de los cursos y compartidos con otros estudiantes. Este énfasis en el aprendizaje mediante el descubrimiento por iniciativa propia se ha revelado especialmente apropiado para la enseñanza universitaria. En la actualidad, individuos de todas las edades pueden participar en cursos masivos online dirigidos por profesores de centros universitarios tan prestigiosos como Stanford, MIT y Harvard. Los ejemplos son variados y van desde la asignatura optativa de Yale, Arquitectura Romana hasta el curso oficial de Harvard de Fundamentos de Neurociencia.
Iniciativas como Hole-in-the-Wall (Agujero en la Pared) y School in the Cloud (Escuela en la Nube) constituyen otra aplicación radical de internet como soporte de un aprendizaje autodirigido y no institucional. Estos programas giran en torno al concepto de «educación mínimamente invasiva», en la que niños y jóvenes puedan acceder en cualquier momento a la tecnología digital y aprender a usar el ordenador e internet a su propio ritmo. La filosofía original que inspiró el programa Hole-in-the-Wall era llevar internet a puntos que Arora (2010: 691) denomina «lugares apartados y olvidados», en vez de a escenarios más formales, como escuelas o universidades. De hecho, la concepción ética de una educación mínimamente invasiva es declaradamente no institucional y prevé que los niños participen usando internet como herramienta educativa «gratuita y sin supervisión» (Mitra, 2010). Esta concepción se considera idónea para destinatarios como las comunidades más pobres de India y Camboya que, de otro modo, no tendrían acceso a internet. Por su parte, la reciente iniciativa de School in the Cloud supone un intento de utilizar las herramientas de comunicación online de manera que individuos de países de renta elevada actúen de mentores y mediadores «eruditos pero cercanos» de jóvenes estudiantes de países de nivel de renta menor. El hecho de brindar este acceso y apoyo se considera el eje central de lo que el equipo del proyecto denomina «entornos de aprendizaje autoorganizado» y «aprendizaje autoactivado». Se trata de ofrecer una alternativa a «quienes no pueden acceder a la escolarización formal» en países pobres (Arora, 2010: 700).
Estos programas, proyectos e iniciativas dan idea de la diversidad de vías por las que educación e internet se han ido fusionando a lo largo de los últimos 20 años. Aunque tal vez las formas más habituales de educación por internet son las del aprendizaje totalmente informal que trae consigo su uso diario. En este sentido, se podría considerar que el mayor impacto de internet en la educación se produce a través de su apoyo implícito a las diversas formas de «aprendizaje informal» (Ünlüsoy et al.: en prensa). Como ha descrito la antropóloga cultural Mimi Ito, existen varias modalidades de uso diario de internet de las que podría decirse que comportan elementos de aprendizaje (Ito et al., 2009). A un nivel básico, está la costumbre popular de usar internet solo para pasar el rato con otras personas. A menudo estas formas de pasar el rato pueden derivar hacia situaciones más intencionadas, que Ito denomina «entretenerse con algo», es decir, actividades motivadas por un interés y más centradas en socializar con personas afines, lo que frecuentemente implica búsquedas fortuitas, experimentación y jugar con recursos. Esta forma de entretenerse con algo puede conducir a un compromiso más intenso, que Ito llama «compartir el entusiasmo por alguna cosa». Se trata de sesiones con participación concentrada e intensiva dentro de comunidades concretas de individuos de gustos, ideas e intereses similares movidos por una afición común y a menudo muy especializada. Dado que facilita todas estas formas de aprendizaje, este uso diario de internet puede considerarse una actividad intrínsecamente educativa.



La realidad de internet y la educación
Estos ejemplos y muchos otros similares se ven hoy como una prueba de la creciente aportación de internet a lo que significa aprender y recibir educación en el siglo XXI. Evidentemente, iniciativas como los MOOC, las aulas invertidas y el aprendizaje autoorganizado bien podrían resultar ser los desencadenantes del «cambio del estado de la educación» (Oblinger, 2012). No obstante, la historia de la tecnología educativa de los últimos 100 años nos enseña que un cambio rara vez es tan instantáneo o tan extensivo como a muchas personas les gustaría creer. De hecho, la historia de las tecnologías educativas modernas (empezando por el decidido apoyo de Thomas Edison a las películas educativas en la década de 1910) se ha caracterizado en líneas generales por una serie de complejas relaciones entre educación y tecnología en las que ambas se condicionan mutuamente (Cuban, 1986). En otras palabras, las nuevas tecnologías rara vez tienen un impacto directo y unívoco o un efecto predecible sobre la educación. Si bien, las culturas y tradiciones educativas establecidas tienen una profunda influencia en las tecnologías. Como ya apuntara el historiador Larry Cuban (1993: 185) acerca de la notable adaptación de las escuelas a las sucesivas oleadas de avances tecnológicos de las décadas de 1980 y 1990, en el encuentro entre «el ordenador y el aula, el aula gana». Al preguntarnos cómo está influyendo internet en los modelos de educación en la década de 2010, también tenemos que hacernos la pregunta inversa, a saber: cómo está influyendo la educación en internet.
Desde esta perspectiva no sorprende observar que las modalidades más exitosas de educación por internet y de e-learning son las que reflejan o incluso replican los sistemas preinternet: aulas, clases libros, etcétera. Tampoco sorprende que la muy arraigada gramática de la educación formal y sus instituciones tenga una gran presencia en las formas emergentes de educación por internet (Tyack y Cuban, 1995). Tomemos como ejemplo la persistencia de métodos bien conocidos, como la división de los conocimientos en áreas temáticas, la evaluación individual o las consultas a profesores expertos. Aunque esta continuidad sea comprensible, contradice claramente a quienes reivindican la transformación radical y la disrupción del statu quo educativo. Así pues, en contraste con el celo revolucionario de algunos analistas, podría señalarse que internet tiene mayor impacto en la educación cuando no genera patrones de participación o práctica unos radicalmente nuevos. Por ejemplo, el reciente auge de los MOOC en países como Estados Unidos y Reino Unido, en lugar de hacer llegar oportunidades de educación a aquellos que no las tienen, parece en cambio estar facilitando el acceso a más medios educativos a individuos con recursos, altamente motivados y con una buena preparación (replicando de este modo una tendencia que algunos sociólogos llaman el «efecto Mateo»). No quiere decir esto que los MOOC sean una modalidad insignificante de educación, a pesar de que todo apunta a que su principal impacto es intensificar antes que ampliar la participación educativa. De hecho, desde esta óptica, las supuestas propiedades transformadoras y de cambio social radicales que se atribuyen a los MOOC (y a otras formas de educación por internet) habrían de acogerse con suma cautela.
Esto lleva cualquier intento de predecir la posible influencia de internet sobre futuras formas de educación a un terreno incierto. Desde luego no es inteligente adoptar la postura directamente cínica de que la educación por internet no ofrece nada nuevo (es decir, que los efectos educativos de internet no son más que «vino viejo en odres nuevos»). Pero sería igualmente erróneo suponer que cualquiera de los ejemplos vistos hasta ahora en este artículo sea el preludio de un cambio fundamental en la educación. Desde luego que internet está asociada con cambios educativos, aunque dichos cambios sean complejos, contradictorios, enrevesados y claramente caóticos.
A este respecto, a la hora de analizar la relación entre internet y educación quizá sea más relevante recalcar los aspectos puramente sociológicos por encima de los técnicos.
Y es que internet plantea una serie de preguntas ideológicas (en lugar de dar respuestas puramente técnicas) acerca de educación en el futuro próximo. Por eso, ahora, debemos apartarnos del optimismo que impregna casi todo el diálogo sobre la educación por internet. En lugar de ello nos centraremos en las numerosas implicaciones sociales, culturales y políticas que no siempre se reconocen, pero que también merecen nuestra atención
1. Internet y la creciente individualización de la educación
En primer lugar, está la manera en que la educación por internet promueve una individualización implícita de la práctica y la acción. Muchos pedagogos valoran especialmente que internet aumente la responsabilidad de los individuos a la hora de elegir opciones en materia educativa y asumir las consecuencias de su elección. Todas las formas de educación por internet reseñadas en este artículo exigen al individuo un alto grado de autonomía, y en ellas el éxito educativo dependerá sobre todo de la capacidad para gestionar su compromiso progresivo con el aprendizaje a través de los medios que elija. Por lo general, se supone que esto actúa a favor del individuo y en detrimento de las instituciones. Pero la idea del estudiante responsable y autónomo se basa en el supuesto, nada realista, de que todos los individuos tienen la capacidad de actuar de un modo agéntico y autónomo en su vida diaria. En términos de Bauman (2001), el estudiante competente online es alguien capaz de actuar como un individuo con todo el poder de hecho y no solo de derecho (es decir, alguien a quien sencillamente se le supone el individualismo). Claramente solo una minoría privilegiada de personas es capaz de actuar de un modo por completo autónomo. Esta individualización de la acción en sí acabará convirtiendo la educación en un área de mayor riesgo, pero también de oportunidades.
Estos aspectos plantean una serie de preguntas importantes. Por ejemplo, ¿qué igualdad real hay entre los individuos a la hora de tomar una decisión educativa entre las opciones que ofrece internet? ¿Por qué las aparentes libertades educativas de internet se traducen en importantes pérdidas de libertad (como la intensificación del trabajo educativo y su expansión al ámbito doméstico)? ¿En qué medida las formas personalizadas de educación por internet se están limitando a facilitar la personalización masiva de unos servicios y contenidos educativos homogéneos? ¿Cuál es la naturaleza de las formas colectivas de educación por internet? ¿Qué tienen de particular las comunidades de estudiantes de internet en cuanto a diversidad social, compromiso o solidaridad? ¿Está internet debilitando o incluso erosionando la noción de la educación como un bien público?
2. Internet y el desarrollo de la educación basada en datos
Otro aspecto importante a la creciente presencia de internet en la educación es la manera en que los datos y la información online definen, y al mismo tiempo describen, la vida social. Internet ha reforzado la importancia de bases de datos, minería de datos, analíticas y algoritmos, con lo que cada vez más organizaciones e instituciones funcionan mediante la continua recopilación, agregación y (re)análisis de datos. En esencia, internet permite que este trabajo de datos se desarrolle a gran escala y de forma acumulativa. Existe la convicción de que vivimos en la era de los big data, en la que los sistemas informáticos ponen a nuestra disposición «cantidades ingentes de información producida por y acerca de las personas, las cosas y sus interacciones» (Boyd y Crawford, 2012: 662).
La recopilación y el análisis de datos online son en este momento claves en la manera en que se estructuran las acciones y se toman decisiones en muchas áreas de la educación. Por ejemplo, se están generando, recopilando y acumulando enormes cantidades de datos online como consecuencia de actividades en internet dentro de instituciones educativas. Estas van desde el seguimiento interno o in-house de las condiciones del sistema a la recopilación pública de datos a escala local, estatal y federal. Los datos así obtenidos sirven a variedad de propósitos, entre ellos la administración interna de los cursos, la fijación de objetivos, la gestión del rendimiento y el seguimiento de alumnos. Existen procesos y prácticas similares en el uso de datos entre diferentes sistemas de educación, desde bases de datos de alumnos hasta clasificaciones por resultados académicos. Por supuesto que la relevancia creciente de los datos online ofrece muchas ventajas y últimamente se detecta gran entusiasmo acerca del potencial de la «analítica del aprendizaje», es decir, de la «medición, recopilación, análisis y comunicación de datos acerca de los alumnos y sus contextos con el fin de entender y optimizar el aprendizaje y el entorno en que se produce» (Siemens et al., 2011: 4). Al mismo tiempo, cada vez se habla más de minería de datos de educación y analítica académica. Se cree que todo este uso de datos digitales conducirá a procesos educativos más eficientes y transparentes, además de dar soporte al autoseguimiento y la autodiagnosis del aprendizaje por parte de los interesados (Eynon, 2013).
No obstante, hemos de ser cautos acerca de las posibles ventajas y, en particular, acerca del papel que desempeña la creciente prevalencia de datos online en la educación a la hora de definir lo que la gente puede y no puede hacer. Por ejemplo, ¿cómo están representados los individuos y su aprendizaje en los datos recogidos el línea? ¿Cómo facilita internet la conexión, la acumulación y el uso de estos datos de formas que antes no eran posibles? ¿En qué medida determinan los perfiles de datos las elecciones educativas de los individuos? ¿Cómo se usan estos datos online en acciones de supervisión predictiva, en las que educadores e instituciones se basan en datos de rendimiento y comportamiento existentes para informar sobre expectativas de futuras conductas? ¿Qué aspectos de la actividad educativa no están representados en los datos online que se recopilan y analizan?
3. Internet y la creciente comercialización y privatización de la educación
En tercer lugar es necesario reconocer el papel de los agentes comerciales y privados en la expansión de la educación por internet. De hecho, el sector privado es clave en muchas de las formas de educación por internet descritas en este artículo. Por ejemplo, se estima que el mercado global de educación y tecnología asciende a siete billones de dólares, y la inversión de capital privado en educación online no deja de crecer. Una serie de conglomerados comerciales multinacionales, como Pearson, Cengage y McGraw-Hill tienen una fuerte participación en el negocio del e-learning y en sitios de enseñanza y formación online, en competencia con innumerables operadores más pequeños y toda una gama de organizaciones sin ánimo de lucro. Es evidente que la educación por internet marca un claro alejamiento respecto al modelo de economía planificada en el que la educación es impartida en gran medida por instituciones públicas de gestión estatal (Picciano y Spring, 2013).

Claro que la creciente presencia de intereses comerciales en la educación online ofrece numerosas ventajas potenciales, ya que el sector privado tiene la capacidad de invertir considerables recursos tecnológicos y humanos en el terreno de la educación. Suele creerse que la formación impartida por organizaciones comerciales responde mejor a las demandas de sus clientes, ya sean estas las preferencias inmediatas de los alumnos o la demanda laboral que se prevé para los negocios y la industria. Además, como opinan Chubb y Moe (2012), la competencia entre los sectores privado y público de la educación puede ser beneficiosa: «con el tiempo [las organizaciones comerciales] pueden conseguir cosas sorprendentes a través de la instrucción informatizada. Basta imaginar agentes similares a Apple o Microsoft con los incentivos adecuados para trabajar en educación superior. También pueden ofrecer una sana competencia a las élites sin ánimo de lucro en la oferta de contenidos innovadores y de alta calidad». De hecho, el reclamo que esgrimen muchas de las formas de educación por internet descritas en este capítulo es el uso de la innovación propia del sector privado para contrarrestar las deficiencias de la educación pública. Como recientemente argumentaba Sebastian Thrun (el ingeniero informático a quien se atribuye la popularización del concepto MOOC): «La educación está rota. Aceptémoslo […], está rota por tantos sitios que necesita un poco de magia de Silicon Valley» (en Wolfson, 2013).
Sin perjuicio de las bondades de la innovación comercial y la magia, hay toda una serie de razones para cuestionar la creciente influencia de la empresa privada en la configuración de los planes de estudio. Por ejemplo, ¿hasta qué punto los fabricantes y distribuidores de tecnología informática están comprometidos con el bien de la tecnología de la educación más allá de la búsqueda de beneficios y de cuota de mercado? Dado que la educación es un criterio fundamental para determinar las oportunidades de prosperar de los miembros más vulnerables de la sociedad, ¿sería apropiada una visión capitalista a lo Silicon Valley, con emprendimientos de alto riesgo y elevadas expectativas de fracaso? ¿Cuáles son las implicaciones morales y éticas de reconfigurar la educación en función de la dirección del mercado y los valores comerciales? ¿Por qué las necesidades de la educación deben corresponderse automáticamente con las de la economía digital?
4. Internet y el cambio de valores en la educación
Para terminar, aunque quizá resulte menos evidente, existe la sensación de que internet podría estar alterando las bases psicológicas, emocionales y espirituales de la educación. Por ejemplo, muchas de las formas de educación online aquí comentadas implican una mayor presencia de la educación en áreas de la sociedad y la vida social en las que antes no estaba. Esto supone un estado siempre activado de potencial actividad educativa. De hecho, la disponibilidad en cualquier momento, en cualquier lugar de la educación online implica un claro desplazamiento de la educación hacia entornos domésticos, laborales y comunitarios en los que educación y aprendizaje podían antes no tener tanta presencia. Existe un claro paralelismo con lo que Basil Bernstein (2001) identificaba como «la pedagogización de la sociedad», es decir, una sociedad moderna que garantice que la pedagogía esté integrada en todas las esferas posibles de la vida. Esto nos lleva a la pregunta ¿qué se pierde cuando alguien puede participar en una actividad educativa en cualquier momento del día y en cualquier contexto? ¿Es importante poder desconectarse cuando se quiere de las presiones de la educación? ¿Existen contextos y circunstancias más aptos para el aprendizaje que otros?
También podemos afirmar que muchas de las formas de educación online descritas en este artículo convierten la educación (a menudo de forma involuntaria) en una empresa competitiva. En lugar de facilitar que los individuos aprendan juntos y en armonía, parecería que internet sitúa a los individuos en «ciclos formativos personales, inmersos al unísono en bucles individuales de acción y respuesta. Aprenden a ser estudiantes industriosos y autoexigentes que aceptan e implementan objetivos impuestos desde fuera» (Allen, 2011: 378). Aunque la filosofía de triunfar a expensas de los demás no resulte de inmediato aparente, internet sí puede considerarse como un medio de concretar, enmascarar e intensificar las connotaciones competitivas intrínsecas que tiene el aprendizaje. En esta línea de pensamiento, la naturaleza parcial, segmentada, basada en tareas, fragmentada y discontinua de la educación online tal vez pueda verse incluso como una forma de «enajenación espiritual», es decir, enajenación a nivel de significado, donde las «condiciones de trabajo bien hecho» se desgajan de las «condiciones de buena disposición» (Sennett, 2012).
Todo lo anterior guarda también relación con las correspondencias entre internet y la alteración de los aspectos emocionales en el esfuerzo educativo. En concreto podríamos decir que en muchas de las formas de educación por internet aquí descritas (como la escuela virtual o las MOOC), el aprendizaje se experimenta en un entorno menos inmediato, menos íntimo y tal vez más instrumental. Estos aspectos quedaban analizados en las recientes reflexiones de Jonathan Wolff (2013) sobre lo que puede perderse cuando una clase universitaria se da online en lugar de en un aula física. Aunque las pérdidas suelen ser difíciles de cuantificar, Wolff nos habla de cualidades como la inmediatez, la capacidad de sorpresa y la «autencicidad» de la «experiencia en vivo» que supone aprender en compañía de otras personas. Desde luego, la sensación virtual y remota de la enseñanza online es cuantitativamente distinta de la del aprendizaje presencial, en lo bueno y en lo malo.
Conclusiones
Estemos o no de acuerdo con los últimos puntos expuestos, resulta evidente que el tema internet y educación exige un análisis prudente. La retórica predominantemente optimista de transformación y cambio que en la actualidad envuelve la relación entre internet y educación desvía la atención de numerosos e importantes conflictos y tensiones que requieren aceptarse y abordarse. No quiero decir con esto que debamos adoptar una posición del todo antagónica o pesimista. De hecho, muchos de los problemas mencionados no tienen por qué ser causa automática de preocupación. Después de todo, para muchas personas será positivo beneficiarse de formas de educación más individualizadas, elitistas, competitivas, orientadas al mercado, omnipresentes y despojadas del elemento emocional. Es evidente que internet funciona para los millones de personas que en este mismo momento estudian online.
Pero aunque internet permite que algunos individuos accedan a formas de educación más cómodas, atractivas y útiles, hay que admitir que no se trata de una situación extendida. Todo cambio en educación generado por internet viene acompañado de una variedad de consecuencias indeseadas, efectos colaterales y repercusiones imprevistas. Tal vez la más importante sea la tendencia ya probada de la tecnología digital a reforzar los patrones de educación existentes, ayudando a individuos que ya están iniciados a participar más, pero contribuyendo escasamente a ampliar la participación o a recuperar a quienes han desistido de seguir estudiando. Toda discusión sobre el potencial educativo de internet debe tener en cuenta la utilidad limitada de un enfoque técnico para entender la educación contemporánea. Internet no debe considerarse la solución idónea a las deficiencias obvias de las instituciones o las prácticas educativas del siglo XX, ya que no produce automáticamente estudiantes más comprometidos o más motivados, fuerzas laborales más cualificadas o cotas superiores de inteligencia e innovación en un país. Al contrario, es muy posible que muchos de los males que aquejan a la educación contemporánea sean de índole social y cultural principalmente, y por lo tanto requieran respuestas sociales y culturales.
Así pues, aunque todo apunta a un uso cada vez más intensivo de internet en la educación, las proclamaciones de cambio y mejora han de considerarse asuntos conflictivos y a debatir, más que tendencias inevitables a las que los educadores no tienen más remedio que adaptarse. Por insistir en un punto clave presente en toda esta exposición, en todas las cuestiones tratadas subyace la pregunta de en qué tipo de educación creemos para el futuro. La función de internet en la mejora, transformación o incluso disrupción de la educación es un asunto muy complejo y con una gran carga ideológica que va más allá de consideraciones estrictamente técnicas, como personalizar el acceso a contenidos educativos o facilitar la producción y el consumo de contenidos online. El futuro de la educación podrá sin duda pasar por un uso cada vez mayor de internet, pero no estará determinado por él.
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