por Neil Selwyn
La naturaleza
participativa y comunitaria de muchas de las aplicaciones y actividades
sociales de internet está en consonancia con las características fundamentales
del aprendizaje humano, en concreto, crear, compartir, colaborar y analizar.
Como en otros aspectos de la actividad
digital, la educación ahora se plantea como algo susceptible de ser
reprogramado, modificado y hackeado para satisfacer mejor las necesidades de
cada individuo.
Introducción
En muchos sentidos,
resulta difícil abordar cualquier aspecto de la sociedad contemporánea sin
tomar en consideración internet. Las vidas de muchas personas están tan
completamente saturadas de tecnología digital que la distinción, en su día
evidente, entre online y offline ya no hace justicia a una situación en la que
internet está por definición siempre on. De hecho, a menudo observamos que las
jóvenes generaciones son incapaces de hablar de internet como una entidad
diferenciada. La actividad online forma parte de sus vidas desde que nacen y
por eso la consideran un requisito básico de la vida moderna, casi tanto como
el oxígeno, el agua o la electricidad. Tal y como lo expresó Donald Tapscott
(2009: 20), «para ellos, la tecnología es como el aire». Así pues, hablar de
internet y educación en estos días casi siempre significa sencillamente hablar
de educación contemporánea. Internet ya es un elemento integral de la educación
en las naciones (super)desarrolladas y podemos asegurar con toda certeza que su
importancia en dicho ámbito seguirá creciendo en todo el mundo a lo largo de
esta década.
Dicho esto, el
impacto de internet sobre la educación no es directo. Para empezar es
importante recordar que más de la mitad de la población mundial no tiene
ninguna clase de experiencia directa en el uso de internet. Y, aunque es
posible que esto cambie con la expansión global de la telefonía móvil, el
problema de la desigualdad de acceso a las formas más potentes y versátiles de usar
internet sigue siendo motivo de preocupación. Además, como sugiere el hecho de
que sigan prevaleciendo los modelos formativos tradicionales basados en la
instrucción en el aula y los exámenes con lápiz y papel, los cambios educativos
experimentados en la era de internet son complejos y a menudo están poco
afianzados. Al abordar el tema de internet y educación hemos de proceder con
cautela. Por tanto este artículo analizará las siguientes cuestiones:
¿Qué implicaciones puede tener internet de
cara a la educación y el aprendizaje?
¿Cuáles son las principales modalidades de
educación por internet surgidas en los últimos 20 años?
¿Qué relación se observa entre el
potencial educativo de internet y su uso real?
Y lo más importante: ¿cómo debemos
interpretar las posibles ventajas y desventajas de lo que se anuncia?
Inernet como
herramienta educativa
Para muchos
analistas, internet siempre ha sido una herramienta intrínsecamente educativa.
De hecho, muchos afirmarían que las características principales de internet
coinciden en gran medida con los intereses centrales de la educación. Por
ejemplo, tanto internet como la educación tienen por objeto el intercambio de
información, la comunicación y la creación de conocimiento.
La naturaleza participativa
y comunitaria de muchas de las aplicaciones y actividades sociales de internet
está en consonancia con las características fundamentales del aprendizaje
humano, en concreto, crear, compartir, colaborar y analizar.
Así pues, vista la
capacidad de internet para hacer posible que estas actividades se lleven a cabo
a una escala enorme y de modo casi instantáneo, a menudo —y esto es
comprensible—, las repercusiones educativas de internet suelen describirse con
grandilocuencia. Veamos, por ejemplo, la reciente afirmación de Jeb Bush:
Internet no es solo
una poderosa herramienta para la comunicación. Podría decirse que es la fuerza
de aprendizaje e innovación más potente desde la invención de la imprenta. Y el
elemento central de lo que probablemente represente la lucha más encarnizada y
a la vez la mayor oportunidad para Estados Unidos, que es definir la educación
para una era de transformación.
(Bush y Dawson, 2013)
Exageraciones aparte,
las repercusiones de internet en la educación y el aprendizaje pueden considerarse
al menos desde cuatro ángulos diferentes. Primero tenemos el potencial que
brinda a los individuos para aprender con más libertad, sin las ataduras y
restricciones del mundo real. Lo que se quiere decir con ello generalmente es
que internet reduce las limitaciones locales, espaciales, temporales y
geográficas para que los individuos puedan tener acceso a oportunidades de
aprendizaje y a medios educativos de alta calidad, con independencia de sus
circunstancias particulares. Así pues, internet sería ese medio que permite
proporcionar educación en «cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier
ritmo». Hay analistas que han ampliado estas libertades para incluir la
superación de impedimentos sociales y materiales, concibiendo así internet como
un medio esencialmente democrático. La capacidad de dar soporte a interacciones
y experiencias educativas «más libres» y «más justas» se considera un reflejo
de las cualidades inherentes de internet en tanto «zona radicalmente
democrática de conectividad infinita» (Murphy 2012: 122).
Segundo, internet es
visto como el soporte de una «nueva cultura del aprendizaje» que se basará en
los principios «ascendentes» de exploración colectiva, juego e innovación, y no
en la instrucción individualizada «descendente». (Thomas y Seely-Brown, 2011).
Internet hace posible un aprendizaje de muchos a muchos, en lugar de uno a
muchos, lo que fomentaría modalidades de aprendizaje y desarrollo cognitivo
socioconstructivistas de naturaleza profundamente social y cultural. Algunos
pedagogos opinan que el estudiante se beneficia de los entornos socialmente
ricos que hace posible internet (Luckin, 2010). Por ejemplo, se suele afirmar
que internet ofrece a los individuos fácil acceso a fuentes de conocimiento
teórico y práctico fuera de su entorno inmediato. En este sentido, existe en la
actualidad un interés considerable por la capacidad de internet para dar
soporte a potentes formas de aprendizaje situado y comunidades de práctica
digitalmente dispersas. Así, internet se considera una poderosa herramienta que
permite el aprendizaje a través de actividades auténticas y de la interacción
entre personas y entornos sociales más amplios.
Tercero, existe la
sensación de que la capacidad de internet para fomentar una conectividad a gran
escala entre personas e información ha alterado radicalmente la relación de los
individuos con el conocimiento. En ocasiones se argumenta que internet favorece
formas de creación y consumo de conocimientos que se alejan mucho de las
premisas epistemológicas de la enseñanza formal y la instrucción de masas. Las
relaciones en red que mantienen los usuarios de internet con la información
online han provocado una reevaluación de la naturaleza del proceso de
aprendizaje en su conjunto. Ya hay especialistas que empiezan a difundir
conceptos como «inteligencia fluida» y «conectivismo», en la convicción de que
el aprendizaje por internet está supeditado a la capacidad de acceder y
utilizar información distribuida a medida que se necesita. Desde esta
perspectiva, el aprendizaje se entiende como la capacidad de conectarse a nodos
y fuentes de información especializada cuando y como se necesite. Por tanto, se
poseen conocimientos o no en virtud de la capacidad de alimentar y mantener
estas conexiones (Chatti y Quix, 2010). Como dice George Siemens (2004), el
aprendizaje, por tanto, se puede interpretar como la «capacidad de saber más» a
través de internet y no como la previa acumulación de conocimiento del
individuo en relación con «lo que se sabe en la actualidad».
Cuarto, se considera
que internet ha personalizado de forma radical el modo en que la gente aprende,
de ahí que la educación se convierta en un proceso bastante más individualizado
que antes. Internet se asocia con una autonomía y un control social mayores al ofrecer
a los individuos más posibilidades de elección en cuanto a la forma y la
naturaleza de lo que aprenden, además de dónde, cuándo y cómo lo hacen. Así, la
educación se convierte en un aspecto de la vida que el individuo puede
controlar por completo, ya que internet facilita un «intercambio digital» que
permite simultanear la actividad educativa con otras ocupaciones y deberes
cotidianos (Subrahmanyam y Šmahel, 2011). De hecho, a los usuarios de internet
suele atribuírseles una gran capacidad para organizarse y ocuparse
personalmente de su propia formación sin necesidad de amoldarse a las normas y
expectativas de un sistema educativo.
Las repercusiones de internet
en la educación
Todos estos cambios
de rumbo y reordenaciones sin duda ponen en cuestión las formas de educación
tradicionales, que se fueron imponiendo a lo largo de los siglos XIX y XX, en
concreto los modelos institucionalizados y formales de escolarización y
universidad. Para muchos expertos, por tanto, internet desafía el monopolio de
los sistemas de educación públicos y el entramado de intereses de los
profesionales que trabajan en él. Así, tal y como hemos visto ya, parecería que
internet desafía las fronteras que establece la educación oficial entre
expertos y neófitos, los procesos de producción y consumo de conocimiento, y
también las convenciones temporales y espaciales para el aprendizaje. En cuanto
al ejercicio de la enseñanza en sí, en internet va asociado a una serie de
prácticas de aprendizaje radicalmente diferentes y de relaciones sociales
distintas.
En efecto, internet
ha suscitado un debate y una preocupación continuados en el seno de la
comunidad educativa. Por un lado, un conjunto de pedagogos se ha impuesto a la
tarea de repensar y reconfigurar las nociones de escuela y universidad de
manera que den respuesta a las exigencias la era de internet. Durante la década
pasada se han formulado varias propuestas de desarrollo de instituciones
educativas que estén en mayor sintonía con las características que definen a
unos alumnos internautas y un aprendizaje online. Como afirman Collins y
Halverson (2009: 129), la tarea de reinventar escuelas y universidades para la
era de internet no solo exige «reconsiderar lo que es importante aprender»,
sino también «repensar el aprendizaje mismo». Así, hemos presenciado el
desarrollo de modalidades de enseñanza construidas en torno a la creación
colectiva (en lugar del consumo individual) de conocimientos con el objeto de
dotar al aprendizaje de sentido lúdico, expresión, reflexión y afán explorador.
En los últimos 10 años se ha producido una eclosión de ideas de educadores
entusiastas que proponen desarrollar nuevos enfoques pedagógicos y currículos
basados en la interacción social, la exploración, los juegos y la
creatividad/práctica. Todas estas propuestas de escuela 2.0reflejan lo que
Whitby (2013: 9-11) describe como «nuevos modelos» de enseñanza «abiertos al
aprendizaje y al dominio de las tecnologías».
Sin embargo, frente a
estas propuestas de reforma escolar ha surgido un movimiento que vincula
internet con formas más radicales de desinstitucionalización de la enseñanza.
Estos argumentos desescolarizadores han alcanzado popularidad entre grupos
ajenos a la enseñanza oficial tradicional y consideran que internet acabará
haciendo redundantes las propias instituciones educativas. Algunos de sus
conceptos clave son «autodeterminación», «autoorganización», «autorregulación»
y (en una vuelta de tuerca del «hazlo tú mismo») la idea de «hagámoslo nosotros
mismos». Todas estas ideas vinculan internet con un rechazo general a la
educación institucionalizada, sobre todo a lo que desde hace tiempo se describe
como obsoleto modelo bancario de acumulación de contenidos de conocimiento. En
su lugar, la educación basada en internet se concibe en el marco de la
discusión libre, el debate abierto, el cuestionamiento radical, la
experimentación continua y el saber compartido.
Como en otros
aspectos de la actividad digital, la educación ahora se plantea como algo
susceptible de ser reprogramado, modificado y hackeado para satisfacer mejor
las necesidades de cada individuo.
Así lo razona Dale
Stephens (2013: 9):
Los sistemas y las
instituciones que vemos a nuestro alrededor, en las escuelas, las universidades
y el trabajo, están siendo sistemáticamente desmantelados. Si alguien desea
aprender las habilidades necesarias para navegar por el mundo, con todo su
ajetreo, su conectividad y su creatividad, tendrá que hackearse su propia
educación.
Son todas ellas
propuestas muy discutibles, aunque también muy tentadoras. Se trata de
argumentos que, estemos o no de acuerdo con ellos, recalcan el reto fundamental
que supone internet para el que, durante los últimos 100 años aproximadamente,
ha sido el modelo educativo dominante. Por tanto, es comprensible que se hable
de internet en términos de la inevitabilidad del cambio educativo, su
transformación y la «disrupción» generalizada de los modelos de enseñanza del
siglo XX. Tal y como escribió Jeff Jarvis (2009: 210), conocido experto en
tecnologías, en un elogiado trabajo sobre la importancia de internet en la
sociedad: «La educación es una de las instituciones que más necesita una
disrupción, algo que traerá consigo excelentes oportunidades». Atrevidas
declaraciones como esta se escuchan actualmente con una frecuencia y convicción
tales que ya casi nadie duda de que la disrupción digital de la educación está
próxima. Por eso muchas personas ya no se preguntan si internet va a reinventar
la educación por completo, sino cuándo lo hará.
Principales modalidades
educativas basadas en el uso de internet
Dado lo insistente de
estas predicciones acerca de lo que va a suceder, tal vez sea buena idea mirar
atrás y hacer un repaso de lo que ya ha sucedido en realidad con internet y la
educación. Como se indicaba al principio de este artículo, a la vista de estas
ambiciosas reivindicaciones de transformación y disrupción, es importante
preguntarse cómo se está sacando provecho real del potencial educativo de
internet. En este sentido hay que reconocer que internet se lleva usando hace
tiempo para fines educativos, y que durante los últimos 20 años han surgido una
serie de modelos destacados de educación basada en internet. Quizás el más
difundido esté constituido por las diversas formas de lo que se ha dado en
llamar e-learning, y que abarca desde cursos online hasta aulas e incluso
escuelas virtuales. Muchos de los primeros ejemplos de e-learning consistían
básicamente en suministrar contenidos de manera unidireccional y, por lo tanto,
eran una réplica de las formas epistolares tradicionales de la educación a
distancia. Estos programas (que aún existen) suelen depender de sistemas de
gestión de contenidos online, aunque con el apoyo de algún tipo de interacción
en forma de correos electrónicos, tablones de anuncios virtuales y otros sistemas
de comunicaciones. Junto a estas formas de transmisión de contenidos se da un
desarrollo constante de las llamadas «aulas virtuales», por lo común
representaciones espaciales de aulas o salas de conferencias que pueden ser
habitadas por alumnos y profesores. A menudo estos espacios virtuales han sido
diseñados para alojar formas sincrónicas de instrucción y respuesta en vivo, en
las que el estudiante puede escuchar clases, ver vídeos y presentaciones
visuales y también interactuar con otros alumnos mediante texto y voz. Existen
otras modalidades asincrónicas de aula virtual en forma de espacios digitales
que permiten acceder a recursos tales como grabaciones de audio y
transcripciones de textos de clases, lecturas complementarias y foros de
discusión. Estas formas de e-learning se vienen desarrollando desde la década
de 1990 y actualmente ya hay ciberescuelas y universidades online que
constituyen elementos consolidados dentro de los sistemas educativos en todo el
mundo.
Mientras que estos
modelos de e-learning suelen reproducir la estructura y los procedimientos
básicos de las escuelas y universidades físicas, en los últimos 20 años ha
surgido toda una variedad de otros modelos de educación por internet. Una de
las formas más conocidas de educación online es la creación abierta y colectiva
de información y conocimientos. El mejor ejemplo de esto es la enciclopedia
online Wikipedia. A pesar del continuo debate sobre su fiabilidad y alcance,
Wikipedia tiene una importancia considerable en la educación. Aparte de dar
acceso a una enorme cantidad de información, la posibilidad de que el usuario
aporte contenidos y perfeccione los existentes convierte las herramientas Wiki,
como Wikipedia, en importantes recursos educativos. Actualmente se está
imponiendo entre muchos educadores la idea de que aplicaciones populares
controladas por el usuario, como Wikipedia, permiten a los individuos
participar en actividades de aprendizaje sin precedentes que son constructivas
personalmente y significativas desde el punto de vista público. Como explica
John Willinsky (2009: xiii):
Hoy en día un
estudiante que hace una mínima corrección a un capítulo de Wikipedia está
contribuyendo más y en cuestión de minutos al avance del conocimiento público
de lo que yo hubiera podido hacerlo en el curso de toda mi carrera
universitaria.
Estas características
de las herramientas Wiki se corresponden con el movimiento más amplio de
recursos educativos abiertos, que busca hacer accesibles online y de manera
gratuita materiales educativos desarrollados por profesionales. Así, por
ejemplo, se estima que casi el 80% de los cursos que se imparten en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) están disponibles en este soporte
gratuito. Iniciativas similares se pueden encontrar en instituciones que van
desde universidades de prestigio internacional, como Yale y Oxford, hasta
centros de enseñanza superior locales. En todos estos casos, el material
didáctico, como notas de seminarios, podcasts y vídeos de las clases se
comparte online con estudiantes de todo el mundo, la mayoría de los cuales no
podría asistir a clases presenciales. En esencia (como con la Wikipedia), en
los recursos educativos abiertos el énfasis no se pone solo en el acceso a los
materiales, sino en animar a los usuarios a que alteren y modifiquen dichos
recursos cuando lo consideren necesario. Por ejemplo, el ambicioso proyecto
OpenLearn de la Open University del Reino Unido proporciona acceso gratuito
online a la totalidad del material didáctico de la institución e invita a los
usuarios particulares a adaptarlo si así lo desean.
La libre difusión de
contenidos educativos creados por individuos y también por instituciones es
otra manera de compartir conocimientos online. Así, por ejemplo, el servicio
YouTube.Edu ofrece acceso a millones de vídeos educativos producidos por
educadores y estudiantes particulares. De modo similar, la colección de medios
educativos de Apple Computers, la llamada iTunes-U, está diseñada para que los
estudiantes no necesiten asistir a clases como en la educación tradicional y,
en cambio, accedan a un aprendizaje móvil, libre y bajo demanda (ver Çelik et
al., 2012). iTunes-U, que se describe a sí misma como «posiblemente la mayor
colección mundial de medios educativos libres disponible para estudiantes,
profesores y alumnos de formación continua», ofrece libre acceso a cientos de
miles depodcasts con contenidos educativos en soporte audio y vídeo. Más
recientemente, ha sido muy elogiado el acceso online de la Khan Academy a miles
de vídeos educativos a medida, test y evaluaciones interactivas que abarcan una
gran variedad de temas y áreas de conocimiento. El objetivo de la Khan Academy
es proporcionar las herramientas a individuos para que aprendan a su propio
ritmo y para que puedan repasar los contenidos cuantas veces quieran. Este
modelo, denominado «aula invertida», está pensado para que los individuos
puedan familiarizarse con los elementos de la instrucción antes de asistir a
una clase formal. De este modo, las clases presenciales se podrán dedicar a la
aplicación práctica de los conocimientos mediante resolución de problemas,
trabajos de investigación y aprendizaje basado en proyectos y experimentación
(ver Khan, 2012).
Otro ejemplo notable
de educación abierta basada en internet ha sido el desarrollo, durante los
últimos cinco años más o menos, de los Mooc (Massive open online course, esto
es, cursos masivos online abiertos). Ahora mismo, especialmente gracias al
éxito de iniciativas a gran escala como Coursera y Ed-X, los MOOC consisten en
impartir cursos online gratuitos y con contacto directo a un gran público. La
idea central del modelo MOOC es estimular a los individuos a que aprendan
usando herramientas online de su propia elección, un sistema que se ha
denominado «redes de aprendizaje personal». Los resultados colectivos de dicha
elección pueden ser luego recopilados por los coordinadores de los cursos y
compartidos con otros estudiantes. Este énfasis en el aprendizaje mediante el
descubrimiento por iniciativa propia se ha revelado especialmente apropiado
para la enseñanza universitaria. En la actualidad, individuos de todas las
edades pueden participar en cursos masivos online dirigidos por profesores de
centros universitarios tan prestigiosos como Stanford, MIT y Harvard. Los
ejemplos son variados y van desde la asignatura optativa de Yale, Arquitectura
Romana hasta el curso oficial de Harvard de Fundamentos de Neurociencia.
Iniciativas como
Hole-in-the-Wall (Agujero en la Pared) y School in the Cloud (Escuela en la
Nube) constituyen otra aplicación radical de internet como soporte de un
aprendizaje autodirigido y no institucional. Estos programas giran en torno al
concepto de «educación mínimamente invasiva», en la que niños y jóvenes puedan
acceder en cualquier momento a la tecnología digital y aprender a usar el
ordenador e internet a su propio ritmo. La filosofía original que inspiró el
programa Hole-in-the-Wall era llevar internet a puntos que Arora (2010: 691)
denomina «lugares apartados y olvidados», en vez de a escenarios más formales,
como escuelas o universidades. De hecho, la concepción ética de una educación
mínimamente invasiva es declaradamente no institucional y prevé que los niños
participen usando internet como herramienta educativa «gratuita y sin
supervisión» (Mitra, 2010). Esta concepción se considera idónea para
destinatarios como las comunidades más pobres de India y Camboya que, de otro
modo, no tendrían acceso a internet. Por su parte, la reciente iniciativa de
School in the Cloud supone un intento de utilizar las herramientas de comunicación
online de manera que individuos de países de renta elevada actúen de mentores y
mediadores «eruditos pero cercanos» de jóvenes estudiantes de países de nivel
de renta menor. El hecho de brindar este acceso y apoyo se considera el eje
central de lo que el equipo del proyecto denomina «entornos de aprendizaje
autoorganizado» y «aprendizaje autoactivado». Se trata de ofrecer una
alternativa a «quienes no pueden acceder a la escolarización formal» en países
pobres (Arora, 2010: 700).
Estos programas, proyectos
e iniciativas dan idea de la diversidad de vías por las que educación e
internet se han ido fusionando a lo largo de los últimos 20 años. Aunque tal
vez las formas más habituales de educación por internet son las del aprendizaje
totalmente informal que trae consigo su uso diario. En este sentido, se podría
considerar que el mayor impacto de internet en la educación se produce a través
de su apoyo implícito a las diversas formas de «aprendizaje informal» (Ünlüsoy
et al.: en prensa). Como ha descrito la antropóloga cultural Mimi Ito, existen
varias modalidades de uso diario de internet de las que podría decirse que
comportan elementos de aprendizaje (Ito et al., 2009). A un nivel básico, está
la costumbre popular de usar internet solo para pasar el rato con otras
personas. A menudo estas formas de pasar el rato pueden derivar hacia
situaciones más intencionadas, que Ito denomina «entretenerse con algo», es
decir, actividades motivadas por un interés y más centradas en socializar con
personas afines, lo que frecuentemente implica búsquedas fortuitas,
experimentación y jugar con recursos. Esta forma de entretenerse con algo puede
conducir a un compromiso más intenso, que Ito llama «compartir el entusiasmo
por alguna cosa». Se trata de sesiones con participación concentrada e
intensiva dentro de comunidades concretas de individuos de gustos, ideas e
intereses similares movidos por una afición común y a menudo muy especializada.
Dado que facilita todas estas formas de aprendizaje, este uso diario de internet
puede considerarse una actividad intrínsecamente educativa.
La realidad de internet y la
educación
Estos ejemplos y
muchos otros similares se ven hoy como una prueba de la creciente aportación de
internet a lo que significa aprender y recibir educación en el siglo XXI.
Evidentemente, iniciativas como los MOOC, las aulas invertidas y el aprendizaje
autoorganizado bien podrían resultar ser los desencadenantes del «cambio del
estado de la educación» (Oblinger, 2012). No obstante, la historia de la tecnología
educativa de los últimos 100 años nos enseña que un cambio rara vez es tan
instantáneo o tan extensivo como a muchas personas les gustaría creer. De
hecho, la historia de las tecnologías educativas modernas (empezando por el
decidido apoyo de Thomas Edison a las películas educativas en la década de
1910) se ha caracterizado en líneas generales por una serie de complejas
relaciones entre educación y tecnología en las que ambas se condicionan
mutuamente (Cuban, 1986). En otras palabras, las nuevas tecnologías rara vez
tienen un impacto directo y unívoco o un efecto predecible sobre la educación.
Si bien, las culturas y tradiciones educativas establecidas tienen una profunda
influencia en las tecnologías. Como ya apuntara el historiador Larry Cuban
(1993: 185) acerca de la notable adaptación de las escuelas a las sucesivas
oleadas de avances tecnológicos de las décadas de 1980 y 1990, en el encuentro
entre «el ordenador y el aula, el aula gana». Al preguntarnos cómo está
influyendo internet en los modelos de educación en la década de 2010, también
tenemos que hacernos la pregunta inversa, a saber: cómo está influyendo la
educación en internet.
Desde esta
perspectiva no sorprende observar que las modalidades más exitosas de educación
por internet y de e-learning son las que reflejan o incluso replican los
sistemas preinternet: aulas, clases libros, etcétera. Tampoco sorprende que la
muy arraigada gramática de la educación formal y sus instituciones tenga una
gran presencia en las formas emergentes de educación por internet (Tyack y
Cuban, 1995). Tomemos como ejemplo la persistencia de métodos bien conocidos,
como la división de los conocimientos en áreas temáticas, la evaluación
individual o las consultas a profesores expertos. Aunque esta continuidad sea
comprensible, contradice claramente a quienes reivindican la transformación
radical y la disrupción del statu quo educativo. Así pues, en contraste con el
celo revolucionario de algunos analistas, podría señalarse que internet tiene
mayor impacto en la educación cuando no genera patrones de participación o práctica
unos radicalmente nuevos. Por ejemplo, el reciente auge de los MOOC en países
como Estados Unidos y Reino Unido, en lugar de hacer llegar oportunidades de
educación a aquellos que no las tienen, parece en cambio estar facilitando el
acceso a más medios educativos a individuos con recursos, altamente motivados y
con una buena preparación (replicando de este modo una tendencia que algunos
sociólogos llaman el «efecto Mateo»). No quiere decir esto que los MOOC sean
una modalidad insignificante de educación, a pesar de que todo apunta a que su
principal impacto es intensificar antes que ampliar la participación educativa.
De hecho, desde esta óptica, las supuestas propiedades transformadoras y de
cambio social radicales que se atribuyen a los MOOC (y a otras formas de
educación por internet) habrían de acogerse con suma cautela.
Esto lleva cualquier
intento de predecir la posible influencia de internet sobre futuras formas de
educación a un terreno incierto. Desde luego no es inteligente adoptar la
postura directamente cínica de que la educación por internet no ofrece nada
nuevo (es decir, que los efectos educativos de internet no son más que «vino
viejo en odres nuevos»). Pero sería igualmente erróneo suponer que cualquiera
de los ejemplos vistos hasta ahora en este artículo sea el preludio de un
cambio fundamental en la educación. Desde luego que internet está asociada con
cambios educativos, aunque dichos cambios sean complejos, contradictorios, enrevesados
y claramente caóticos.
A este respecto, a la
hora de analizar la relación entre internet y educación quizá sea más relevante
recalcar los aspectos puramente sociológicos por encima de los técnicos.
Y es que internet
plantea una serie de preguntas ideológicas (en lugar de dar respuestas
puramente técnicas) acerca de educación en el futuro próximo. Por eso, ahora,
debemos apartarnos del optimismo que impregna casi todo el diálogo sobre la
educación por internet. En lugar de ello nos centraremos en las numerosas
implicaciones sociales, culturales y políticas que no siempre se reconocen,
pero que también merecen nuestra atención
1. Internet y la creciente individualización
de la educación
En primer lugar, está
la manera en que la educación por internet promueve una individualización
implícita de la práctica y la acción. Muchos pedagogos valoran especialmente
que internet aumente la responsabilidad de los individuos a la hora de elegir
opciones en materia educativa y asumir las consecuencias de su elección. Todas
las formas de educación por internet reseñadas en este artículo exigen al
individuo un alto grado de autonomía, y en ellas el éxito educativo dependerá
sobre todo de la capacidad para gestionar su compromiso progresivo con el
aprendizaje a través de los medios que elija. Por lo general, se supone que
esto actúa a favor del individuo y en detrimento de las instituciones. Pero la
idea del estudiante responsable y autónomo se basa en el supuesto, nada realista,
de que todos los individuos tienen la capacidad de actuar de un modo agéntico y
autónomo en su vida diaria. En términos de Bauman (2001), el estudiante
competente online es alguien capaz de actuar como un individuo con todo el
poder de hecho y no solo de derecho (es decir, alguien a quien sencillamente se
le supone el individualismo). Claramente solo una minoría privilegiada de
personas es capaz de actuar de un modo por completo autónomo. Esta
individualización de la acción en sí acabará convirtiendo la educación en un
área de mayor riesgo, pero también de oportunidades.
Estos aspectos
plantean una serie de preguntas importantes. Por ejemplo, ¿qué igualdad real
hay entre los individuos a la hora de tomar una decisión educativa entre las
opciones que ofrece internet? ¿Por qué las aparentes libertades educativas de
internet se traducen en importantes pérdidas de libertad (como la
intensificación del trabajo educativo y su expansión al ámbito doméstico)? ¿En
qué medida las formas personalizadas de educación por internet se están
limitando a facilitar la personalización masiva de unos servicios y contenidos
educativos homogéneos? ¿Cuál es la naturaleza de las formas colectivas de
educación por internet? ¿Qué tienen de particular las comunidades de estudiantes
de internet en cuanto a diversidad social, compromiso o solidaridad? ¿Está
internet debilitando o incluso erosionando la noción de la educación como un
bien público?
2. Internet y el desarrollo de
la educación basada en datos
Otro aspecto
importante a la creciente presencia de internet en la educación es la manera en
que los datos y la información online definen, y al mismo tiempo describen, la
vida social. Internet ha reforzado la importancia de bases de datos, minería de
datos, analíticas y algoritmos, con lo que cada vez más organizaciones e
instituciones funcionan mediante la continua recopilación, agregación y
(re)análisis de datos. En esencia, internet permite que este trabajo de datos
se desarrolle a gran escala y de forma acumulativa. Existe la convicción de que
vivimos en la era de los big data, en la que los sistemas informáticos ponen a
nuestra disposición «cantidades ingentes de información producida por y acerca
de las personas, las cosas y sus interacciones» (Boyd y Crawford, 2012: 662).
La recopilación y el
análisis de datos online son en este momento claves en la manera en que se
estructuran las acciones y se toman decisiones en muchas áreas de la educación.
Por ejemplo, se están generando, recopilando y acumulando enormes cantidades de
datos online como consecuencia de actividades en internet dentro de
instituciones educativas. Estas van desde el seguimiento interno o in-house de
las condiciones del sistema a la recopilación pública de datos a escala local,
estatal y federal. Los datos así obtenidos sirven a variedad de propósitos,
entre ellos la administración interna de los cursos, la fijación de objetivos,
la gestión del rendimiento y el seguimiento de alumnos. Existen procesos y
prácticas similares en el uso de datos entre diferentes sistemas de educación,
desde bases de datos de alumnos hasta clasificaciones por resultados
académicos. Por supuesto que la relevancia creciente de los datos online ofrece
muchas ventajas y últimamente se detecta gran entusiasmo acerca del potencial
de la «analítica del aprendizaje», es decir, de la «medición, recopilación,
análisis y comunicación de datos acerca de los alumnos y sus contextos con el
fin de entender y optimizar el aprendizaje y el entorno en que se produce»
(Siemens et al., 2011: 4). Al mismo tiempo, cada vez se habla más de minería de
datos de educación y analítica académica. Se cree que todo este uso de datos
digitales conducirá a procesos educativos más eficientes y transparentes,
además de dar soporte al autoseguimiento y la autodiagnosis del aprendizaje por
parte de los interesados (Eynon, 2013).
No obstante, hemos de
ser cautos acerca de las posibles ventajas y, en particular, acerca del papel
que desempeña la creciente prevalencia de datos online en la educación a la
hora de definir lo que la gente puede y no puede hacer. Por ejemplo, ¿cómo
están representados los individuos y su aprendizaje en los datos recogidos el
línea? ¿Cómo facilita internet la conexión, la acumulación y el uso de estos
datos de formas que antes no eran posibles? ¿En qué medida determinan los
perfiles de datos las elecciones educativas de los individuos? ¿Cómo se usan
estos datos online en acciones de supervisión predictiva, en las que educadores
e instituciones se basan en datos de rendimiento y comportamiento existentes
para informar sobre expectativas de futuras conductas? ¿Qué aspectos de la
actividad educativa no están representados en los datos online que se recopilan
y analizan?
3. Internet y la creciente
comercialización y privatización de la educación
En tercer lugar es
necesario reconocer el papel de los agentes comerciales y privados en la
expansión de la educación por internet. De hecho, el sector privado es clave en
muchas de las formas de educación por internet descritas en este artículo. Por
ejemplo, se estima que el mercado global de educación y tecnología asciende a
siete billones de dólares, y la inversión de capital privado en educación
online no deja de crecer. Una serie de conglomerados comerciales
multinacionales, como Pearson, Cengage y McGraw-Hill tienen una fuerte
participación en el negocio del e-learning y en sitios de enseñanza y formación
online, en competencia con innumerables operadores más pequeños y toda una gama
de organizaciones sin ánimo de lucro. Es evidente que la educación por internet
marca un claro alejamiento respecto al modelo de economía planificada en el que
la educación es impartida en gran medida por instituciones públicas de gestión
estatal (Picciano y Spring, 2013).
Claro que la
creciente presencia de intereses comerciales en la educación online ofrece
numerosas ventajas potenciales, ya que el sector privado tiene la capacidad de
invertir considerables recursos tecnológicos y humanos en el terreno de la
educación. Suele creerse que la formación impartida por organizaciones
comerciales responde mejor a las demandas de sus clientes, ya sean estas las
preferencias inmediatas de los alumnos o la demanda laboral que se prevé para
los negocios y la industria. Además, como opinan Chubb y Moe (2012), la competencia
entre los sectores privado y público de la educación puede ser beneficiosa:
«con el tiempo [las organizaciones comerciales] pueden conseguir cosas
sorprendentes a través de la instrucción informatizada. Basta imaginar agentes
similares a Apple o Microsoft con los incentivos adecuados para trabajar en
educación superior. También pueden ofrecer una sana competencia a las élites
sin ánimo de lucro en la oferta de contenidos innovadores y de alta calidad».
De hecho, el reclamo que esgrimen muchas de las formas de educación por
internet descritas en este capítulo es el uso de la innovación propia del
sector privado para contrarrestar las deficiencias de la educación pública.
Como recientemente argumentaba Sebastian Thrun (el ingeniero informático a quien
se atribuye la popularización del concepto MOOC): «La educación está rota.
Aceptémoslo […], está rota por tantos sitios que necesita un poco de magia de
Silicon Valley» (en Wolfson, 2013).
Sin perjuicio de las
bondades de la innovación comercial y la magia, hay toda una serie de razones
para cuestionar la creciente influencia de la empresa privada en la
configuración de los planes de estudio. Por ejemplo, ¿hasta qué punto los
fabricantes y distribuidores de tecnología informática están comprometidos con
el bien de la tecnología de la educación más allá de la búsqueda de beneficios
y de cuota de mercado? Dado que la educación es un criterio fundamental para
determinar las oportunidades de prosperar de los miembros más vulnerables de la
sociedad, ¿sería apropiada una visión capitalista a lo Silicon Valley, con
emprendimientos de alto riesgo y elevadas expectativas de fracaso? ¿Cuáles son
las implicaciones morales y éticas de reconfigurar la educación en función de
la dirección del mercado y los valores comerciales? ¿Por qué las necesidades de
la educación deben corresponderse automáticamente con las de la economía
digital?
4. Internet y el cambio de
valores en la educación
Para terminar, aunque
quizá resulte menos evidente, existe la sensación de que internet podría estar
alterando las bases psicológicas, emocionales y espirituales de la educación.
Por ejemplo, muchas de las formas de educación online aquí comentadas implican
una mayor presencia de la educación en áreas de la sociedad y la vida social en
las que antes no estaba. Esto supone un estado siempre activado de potencial
actividad educativa. De hecho, la disponibilidad en cualquier momento, en
cualquier lugar de la educación online implica un claro desplazamiento de la
educación hacia entornos domésticos, laborales y comunitarios en los que
educación y aprendizaje podían antes no tener tanta presencia. Existe un claro
paralelismo con lo que Basil Bernstein (2001) identificaba como «la
pedagogización de la sociedad», es decir, una sociedad moderna que garantice
que la pedagogía esté integrada en todas las esferas posibles de la vida. Esto
nos lleva a la pregunta ¿qué se pierde cuando alguien puede participar en una
actividad educativa en cualquier momento del día y en cualquier contexto? ¿Es
importante poder desconectarse cuando se quiere de las presiones de la
educación? ¿Existen contextos y circunstancias más aptos para el aprendizaje
que otros?
También podemos
afirmar que muchas de las formas de educación online descritas en este artículo
convierten la educación (a menudo de forma involuntaria) en una empresa
competitiva. En lugar de facilitar que los individuos aprendan juntos y en
armonía, parecería que internet sitúa a los individuos en «ciclos formativos
personales, inmersos al unísono en bucles individuales de acción y respuesta.
Aprenden a ser estudiantes industriosos y autoexigentes que aceptan e
implementan objetivos impuestos desde fuera» (Allen, 2011: 378). Aunque la
filosofía de triunfar a expensas de los demás no resulte de inmediato aparente,
internet sí puede considerarse como un medio de concretar, enmascarar e
intensificar las connotaciones competitivas intrínsecas que tiene el
aprendizaje. En esta línea de pensamiento, la naturaleza parcial, segmentada,
basada en tareas, fragmentada y discontinua de la educación online tal vez
pueda verse incluso como una forma de «enajenación espiritual», es decir,
enajenación a nivel de significado, donde las «condiciones de trabajo bien
hecho» se desgajan de las «condiciones de buena disposición» (Sennett, 2012).
Todo lo anterior
guarda también relación con las correspondencias entre internet y la alteración
de los aspectos emocionales en el esfuerzo educativo. En concreto podríamos
decir que en muchas de las formas de educación por internet aquí descritas (como
la escuela virtual o las MOOC), el aprendizaje se experimenta en un entorno
menos inmediato, menos íntimo y tal vez más instrumental. Estos aspectos
quedaban analizados en las recientes reflexiones de Jonathan Wolff (2013) sobre
lo que puede perderse cuando una clase universitaria se da online en lugar de
en un aula física. Aunque las pérdidas suelen ser difíciles de cuantificar,
Wolff nos habla de cualidades como la inmediatez, la capacidad de sorpresa y la
«autencicidad» de la «experiencia en vivo» que supone aprender en compañía de
otras personas. Desde luego, la sensación virtual y remota de la enseñanza
online es cuantitativamente distinta de la del aprendizaje presencial, en lo
bueno y en lo malo.
Conclusiones
Estemos o no de
acuerdo con los últimos puntos expuestos, resulta evidente que el tema internet
y educación exige un análisis prudente. La retórica predominantemente optimista
de transformación y cambio que en la actualidad envuelve la relación entre
internet y educación desvía la atención de numerosos e importantes conflictos y
tensiones que requieren aceptarse y abordarse. No quiero decir con esto que
debamos adoptar una posición del todo antagónica o pesimista. De hecho, muchos
de los problemas mencionados no tienen por qué ser causa automática de
preocupación. Después de todo, para muchas personas será positivo beneficiarse
de formas de educación más individualizadas, elitistas, competitivas,
orientadas al mercado, omnipresentes y despojadas del elemento emocional. Es
evidente que internet funciona para los millones de personas que en este mismo
momento estudian online.
Pero aunque internet
permite que algunos individuos accedan a formas de educación más cómodas,
atractivas y útiles, hay que admitir que no se trata de una situación extendida.
Todo cambio en educación generado por internet viene acompañado de una variedad
de consecuencias indeseadas, efectos colaterales y repercusiones imprevistas.
Tal vez la más importante sea la tendencia ya probada de la tecnología digital
a reforzar los patrones de educación existentes, ayudando a individuos que ya
están iniciados a participar más, pero contribuyendo escasamente a ampliar la
participación o a recuperar a quienes han desistido de seguir estudiando. Toda
discusión sobre el potencial educativo de internet debe tener en cuenta la
utilidad limitada de un enfoque técnico para entender la educación
contemporánea. Internet no debe considerarse la solución idónea a las
deficiencias obvias de las instituciones o las prácticas educativas del siglo
XX, ya que no produce automáticamente estudiantes más comprometidos o más
motivados, fuerzas laborales más cualificadas o cotas superiores de
inteligencia e innovación en un país. Al contrario, es muy posible que muchos
de los males que aquejan a la educación contemporánea sean de índole social y
cultural principalmente, y por lo tanto requieran respuestas sociales y
culturales.
Así pues, aunque todo
apunta a un uso cada vez más intensivo de internet en la educación, las
proclamaciones de cambio y mejora han de considerarse asuntos conflictivos y a
debatir, más que tendencias inevitables a las que los educadores no tienen más
remedio que adaptarse. Por insistir en un punto clave presente en toda esta
exposición, en todas las cuestiones tratadas subyace la pregunta de en qué tipo
de educación creemos para el futuro. La función de internet en la mejora,
transformación o incluso disrupción de la educación es un asunto muy complejo y
con una gran carga ideológica que va más allá de consideraciones estrictamente
técnicas, como personalizar el acceso a contenidos educativos o facilitar la
producción y el consumo de contenidos online. El futuro de la educación podrá
sin duda pasar por un uso cada vez mayor de internet, pero no estará
determinado por él.
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